Un pasatiempo al leer. “Laboratorio lector”, de Daniel Cassany

por Nov 25, 2019

Un pasatiempo al leer. “Laboratorio lector”, de Daniel Cassany

por

Daniel Cassany, Laboratorio lector

Barcelona, Anagrama

208 páginas, 17,90 euros

¿Es leer un automatismo? Aparentemente sí, ya que cualquier lector deslizará sus ojos por estas letras y estará interpretando su significado, sin pararse a reconocer conscientemente cada letra. Leemos decenas de veces al día, ya sea en libros, carteles, periódicos o en redes sociales. Incluso aquellos que se definen no lectores destinan un buen tiempo del día a esta actividad.

No obstante, leer no es una actividad exenta de atención. A medida que recorremos las líneas, recibimos una cantidad de información que nuestro cerebro clasifica e interpreta adecuadamente. Muchas veces, es imposible entender ciertos textos sin un contenido anterior implícito en nuestras mentes que evocamos al momento. Otras veces, recurrimos a atajos en la página o simulamos rellenar las elipsis con nuestro mejor criterio posible.

El objetivo de Laboratorio lector es dejar patente este conjunto de técnicas encubiertas que practica la mente de un lector. El libro está dividido en veinte capítulos, donde cada uno se centra en un aspecto específico del manejo de la lectura, la comprensión y la búsqueda de información escrita.  

Daniel Cassany (Vich, 1961), profesor e investigador de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, es un experto en las distintas perspectivas que abarca la comunicación escrita, como demuestra a lo largo de estas páginas. La referencia al laboratorio queda reflejada en varios experimentos que Cassany propone al lector a lo largo de los distintos capítulos, a los que acompaña una breve exposición de los aspectos cognitivos que acompañan a cada acción de lectura. El libro está configurado desde el punto de vista de un lector activo, con un conocimiento amplio de las funciones de la literatura y de los medios de comunicación.

El autor se encarga de marcar el ritmo de cada aprendizaje, bien mediante introducciones teóricas o con incisos en forma de ejercicios breves y prácticos que permiten comprender al lector acerca de qué se habla, sin tener necesidad de entrar en un lenguaje técnico a nivel de estudio de la lengua. Al final de cada capítulo se encuentran las soluciones a los problemas propuestos por el autor, una sección a la que el lector tendrá prisa por acudir cuando la impaciencia le queme entre las líneas.

Diseña así Cassany un texto que cuesta clasificar con rigor académico, que más bien quedaría enmarcado entre la divulgación y el pasatiempo lúdico. Hace posible el despliegue de varios niveles de lectura e incluso entrena al participante para mejorar sus habilidades con los distintos juegos. El primer paso del libro es entrenar el análisis ocular y provocar la apertura a un pensamiento divergente, pasos clave para la multitud de pruebas de las siguientes etapas. Lo mismo tiene que enfrentarse el lector a interpretar textos tachados o escritos en idiomas inventados, que tendrá que figurarse el carácter cultural de una conversación o intuir el contexto de un titular periodístico leyendo entre líneas. Dentro de la enorme variedad de acertijos, hay propuestas que sorprenderán a lectores de toda clase.

Si bien el libro arranca de una forma muy ágil, capaz de mantener entretenido a su objeto de experimentación, no resulta uniforme a partir de la mitad de su conjunto. Se pone de manifiesto que los capítulos referidos a las búsquedas por Internet no resultan igual de interesantes ni interactivos, al igual que se puede tener la sensación de que los apartados referidos a la literatura y al hábito lector podrían haber estado mucho mejor aprovechados. A favor del autor cabe destacar su gran capacidad para cambiar dinámicamente de un tema a otro, además de las múltiples trampas inesperadas que plantean un juego de ajedrez constante contra la inteligencia de Cassany.

Laboratorio lector supone una entrada a la metacognición de la lengua escrita, a modo de aperitivo ligero. Es una forma inusual de asomarnos a nuestros procesos mentales, como si nos enseñasen de nuevo a leer.