“Una casa lejos de casa. La escritura extranjera”, de Clara Obligado
“Una casa lejos de casa. La escritura extranjera”, de Clara Obligado
Clara Obligado, Una casa lejos de casa. La escritura extranjera
Navarra, Contrabando ediciones
115 páginas, 14,73 euros

Para una norma, su opuesto no representa un riesgo. Por el contrario, la negación, lo “otro”, es parte necesaria y esencial de cualquier pensamiento restrictivo. La verdadera amenaza para los sistemas binarios es lo inclasificable: los entes difusos que no se ubican ni en un lugar ni en otro, que transitan las grietas que se abren en los espacios que pretenden ser absolutos. Una casa lejos de casa. La escritura extranjera, de Clara Obligado, da testimonio de esta situación desde una temática concreta: reflexiona sobre la vida en tránsito, sin ubicación precisa. En un mundo donde la xenofobia es un discurso oficializado, el verdadero miedo del sistema es que las nacionalidades se disuelvan. La existencia de una persona que vive en una suerte de no-lugar, y de un libro que visibiliza ese espacio problemático, es un claro desafío a los posicionamientos políticos que se nutren de la discriminación.
En Una habitación propia (1929), de Virginia Woolf, se introduce a una narradora ficcional para desarrollar con mayor efectividad los argumentos. La estrategia subraya una de las paradojas propias de este tipo de escritura: la voz ensayística siempre muestra ambigüedad, parece identificarse con la autora y, al mismo tiempo, no deja de ser una ficción, análoga a la narradora de una novela. Clara Obligado profundiza en esta situación paradójica al escribir un ensayo explícitamente autobiográfico. Su vida es la materia que sustenta las ideas expresadas, lo que les otorga un matiz específico. Leemos en una de sus páginas: “Se tarda mucho en comprender el calado de algunas historias, la urgencia por sobrevivir deja poco margen al pensamiento”. Así, estas líneas llegan como un eco del pasado, son reflexiones maduradas tras años de una existencia extranjera que difícilmente encontrará la habitación propia de la que hablaba Woolf. Se perfila una distancia, natural en un yo (ficcional o no) que reflexiona sobre sí mismo y que apela a cualquier lector. En cierto grado, todos somos migrantes. En consecuencia, la prosa es libre, se permite explorar distintas formas para ahondar en los problemas que aborda: desde una argumentación tradicional hasta la construcción de imágenes desde el lirismo.
El lenguaje se vuelve el centro de estas reflexiones. Es previsible en un texto sobre la vida extranjera. La existencia no solo se determina por las palabras, la vida es lenguaje: ahí se ubica el vínculo entre nosotros y el mundo, esa conexión determina lo que somos. Luego, la lengua materna, que forja el primer universo que habitamos, es una seña identitaria que colapsa con otras realidades en el momento que accedemos a un espacio con un habla distinta a la propia. Traducir nuestro pensamiento es desmontarlo, restructurarlo. Cuando esto ocurre con dos variantes de la misma lengua, adquiere un matiz particular. En las palabras de Obligado: “Al variar el registro del castellano, quienes escribimos en la península nos vemos obligados a borrar nuestro castellano natal”. En consecuencia, el extranjero adquiere especial consciencia de la mutabilidad del lenguaje y, por tanto, de la inestabilidad del mundo. No sorprende, en consecuencia, que este ensayo reflexione sobre el “idioma como frontera, como secreto, como ideología”. Es algo que habíamos visto en otros textos de la autora, cabe recordar el relato “Lenguas vivas” (2005) o ciertos pasajes de la novela Salsa (2002).
Este es un libro de espacios difusos, desde el lugar paradójico que habita el yo ensayístico hasta la aproximación autorreflexiva a la escritura extranjera. El lenguaje, desde esta óptica, es ese hogar sin raíces que se anuncia en el título. Hay una carga política ineludible, como comenté al iniciar. Sin embargo, se distancia de definiciones simplistas: se entiende que la vida está siempre envuelta por fuerzas que nos confrontan e interpelan. Las restricciones que impone la norma, insertas en las estructuras del poder, no dejan de presionar a quienes viven en la sociedad. El ensayo de Clara Obligado da testimonio de cómo se pueden subvertir las imposiciones y hasta qué punto es posible reafirmarnos en un mundo con un rostro opresivo. Pero no apela a grandes luchas o a épicas revolucionarias. En cambio, recuerda que esta situación es parte integra de la existencia de un extranjero (y de cualquiera, me aventuraría a decir).
Permítanme, para concluir, un inciso personal. Por un lado, Una casa lejos de casa es un espejo para quien, como yo, viva lejos del lugar que alguna vez llamó hogar. Por otro, creo que interpelará a cualquier lector: en cierta medida, en una sociedad alienada, todos llegamos a sentirnos fuera de lugar. Por tanto, cualquier escritura consciente debe ser, en sus propios códigos, extranjera.
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