Crónica de un diciembre fernandezcubiano
Crónica de un diciembre fernandezcubiano
El viernes 28 de mayo de 2021 recibíamos un verdadero aluvión de novedades culturales desde noticiarios, periódicos y diarios digitales. Santa María del Mar amanecía con la reverberación de los acordes del artista keniata KMRU que había inaugurado la noche anterior el festival catalán Etnoscòpic. La internacional, y siempre mexicana arraigada, Natalia Lafourcade introducía los ritmos veracruzanos del son jarocho en su nuevo disco Un canto por México. El drama de miles de exiliados que Max Aub teatralizó en Tránsito volvía a los escenarios, setenta y siete años después, en una adaptación operística coproducida por el Teatro Español y el Teatro Real. Yo he hecho lo que he podido, Fortuna lo que ha querido se incorporaba al corpus de las comedias lopescas tras el descubrimiento de este inédito en los fondos de la Biblioteca Nacional de España. Una más: la aprobación del nombramiento de Cristina Fernández Cubas como doctora honoris causa de la Universidad de Alcalá. Si bien Aub y Lope de Vega coparon el protagonismo de las secciones literarias de la prensa española, el reconocimiento a la autora barcelonesa centraba la atención y las conversaciones de su amplio círculo de fieles lectores.
La noticia, aplaudida y celebrada, sorprendía no por falta de argumentos que hicieran a una escritora de la trayectoria de Fernández Cubas merecedora de esta distinción. Hablamos de una narradora galardonada con el Premio NH Hoteles para Cuentos (2011) y el Premio Setenil (2006) por Cosas que ya no existen y Parientes pobres del diablo, respectivamente. En 2009, con su antología Todos los cuentos, incorporaba en su palmarés literario el Premio Ciudad de Barcelona, el Premio Salambó, el Premio Qwerty y el Premio Tormenta. Un éxito que consagró con la publicación de su último trabajo La habitación de Nona, cuyas originales historias de finales abiertos y sus enigmáticos personajes conquistaron a los jurados del Premio de la Crítica (2015) y del Premio Nacional de Narrativa (2016). Innegables son, por lo tanto, sus contribuciones al panorama de la literatura española. Sin embargo, la nota inesperada de esta investidura apelaba a la situación doblemente periférica a la que injustamente se relegaba todavía en determinados ámbitos a Cristina Fernández Cubas, bien por la escritura genuina y perturbadora de sus cuentos que la alejan de la prosa realista y sencilla de los libros superventas, o bien por su condición de autora en una industria que va –afortunadamente– desperezándose poco a poco de aquella tendencia historiográfica a construir cánones literarios exclusivamente con personalidades masculinas. Referenciada, conocida y leída por muchos, sigue llamando la atención, por ejemplo, su ausencia en las guías docentes de algunos grados universitarios de Filología Hispánica o en los propios programas educativos de Educación Secundaria Obligatoria.
En este sentido, la reivindicación de ambos géneros –el femenino y la cuentística– es una tarea que ya Ana Casas –madrina y promotora de la candidatura de la autora– y David Roas acometieron con la dirección del ciclo Fantásticas e Insólitas, un conversatorio ameno que, desde 2019, dedica los últimos viernes de cada mes a charlar con y sobre escritoras de lo Inquietante, como ellos las denominan. Con los antecedentes de estos encuentros, llevados a cabo con el respaldo y apoyo informático de la Universidad de Alcalá, no extraña que sea esta entidad el organismo impulsor del honoris causa de esta narradora fantástica, entendido este apelativo en un sentido amplio: estético y valorativo.
Desde aquel mes de mayo, el Departamento de Filología, Comunicación y Documentación y los miembros del Grupo de Investigación en Literatura Contemporánea (GILCO) nos propusimos contribuir a esta labor de justicia literaria planteando una serie de actividades que difundieran la vida y obra de Fernández Cubas entre la comunidad universitaria. A todo tributo de una gran figura le acompaña el difícil reto de la síntesis, una concreción que aspiraba a ser exhaustiva con la organización de tres espacios de formato variado. Este sincero homenaje que convocamos para la primera quincena del pasado diciembre se iniciaba con el taller de lectura “Ecos y reflejos”: tres sesiones en las que, durante los días 1, 2 y 3, un reducido grupo de estudiantes de máster, grado y postgrado debatieron en torno a algunos de los muchos cuentos de la autora. El motivo del doble aunó la temática de todo el curso desde su propia apertura, dedicada a la introducción de este elemento tan fernandezcubiano que nunca deja indiferente al lector, quien acaba explorando su propia identidad múltiple y cuestionando su unicidad cada vez que acude a relatos como “La habitación de Nona” o “Lúnula y Violeta”. Este último texto, junto con “En el hemisferio sur”, también fue analizado en una segunda jornada en la que se abordó una de las dos líneas que conforman el título del coloquio: los ecos. La duplicidad manifestada en un plano sonoro encauzó varias reflexiones metaliterarias acerca de aquellas voces que resuenan cuando se acomete cualquier proceso de escritura. ¿Quién no ha escuchado a su subconsciente, exigente y corrector, juzgar, rectificar o suprimir aquello que previamente se había redactado? ¿Quién no ha sido testigo de un tornado de ideas que necesitan ser anotadas? O, por el contrario, ¿quién no ha experimentado la ruidosa ausencia de un susurro, llámese musa o inspiración, que oriente la pluma o el tecleo de un escribiente desesperado? Fernández Cubas literaturiza estos problemas cotidianos desdibujando los límites entre lo ficcional y lo real, entre la locura y la cordura, entre el éxito y el fracaso creativos. Finalmente, las lunas de ventanas, escaparates y espejos que aparecen en “Interno con figura”, “La nueva vida” y “La mujer de verde” permitieron examinar los reflejos dobles –e incluso triples– de algunos personajes, cuya psicología inestable contribuía a establecer una óptica deformante, un juego de engaños o espejismos que, de nuevo, distorsionaba la realidad y hacía dudar de la misma.


La cita del martes 14 de diciembre, fecha del acto oficial de investidura, también fue antecedida ese mismo lunes por la mesa de creadores conformada por José María Merino, Pilar Adón, David Roas y Mercedes Abad y presidida por la atenta mirada y escucha de Fernández Cubas. Unos diálogos que se vieron enriquecidos el miércoles, a modo de colofón, con la participación de un vasto número de asistentes en el generoso encuentro que mantuvo la autora con sus lectores y que moderaron Patricia García y Teresa López Pellisa. No podemos finalizar esta crónica decembrina sin recordar el emotivo discurso que Fernández Cubas pronunciaba en la ceremonia de colación y con el que ingresaba en el Claustro alcalaíno. En él, recreaba su infancia y reconocía su gratitud hacia su niñera Antonia García Pagès, genial narradora oral que despertaba cada noche la pasión y fascinación por el cuento en la futura escritora que era aquella pequeña Cristina. Al recuerdo de esa hora en la que la oscuridad relevaba a la luz, el miedo a la claridad y lo enigmático a lo evidente acudía Fernández Cubas en cada una de sus fases de escritura. Se autodefinía, entonces, como una autora umbral que oscilaba en la frontera “entre lo conocido y lo desconocido, entre lo que sabemos y lo que ignoramos, entre lo desvelado y lo que no se ve”. Dejaba también claro cuál era su tipo de público predilecto, aquel al que dirigía sus páginas: “el lector activo, el lector cómplice, el lector que sabe leer entre líneas y para el que vale tanto lo que se dice como lo que se oculta, el lector que privilegia la intensidad sobre la extensión”. Recojamos el guante de Fernández Cubas: burlemos la realidad, desafiemos la razón y cedamos un espacio a los sueños confusos y las vagas sombras. Seamos lectores de cuentos.
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