Huir para encontrarse aún más perdido. “Isla Decepción”, de Paulina Flores
Huir para encontrarse aún más perdido. “Isla Decepción”, de Paulina Flores
Paulina Flores, Isla Decepción
Barcelona, Seix Barral
358 páginas, 19,50 euros

Isla Decepción es la primera y muy esperada novela de la escritora Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988). En ella entrelaza fragmentos de la vida de tres personajes atormentados por el pasado. Por un lado, se encuentra Miguel, un hombre mayor que se ha mudado al fin del mundo, en Punta Arenas, huyendo de un fracaso matrimonial. Allí, navegando por el Estrecho de Magallanes con un barco pesquero, rescatan del mar a un chico semiinconsciente, Lee Jae-Yong. Este segundo personaje lleva en su espalda el dolor de un pasado que ni siquiera puede contar, pues solo habla su lengua materna: el coreano. Huir de su pasado le ha llevado a embarcarse en el Melilla 201, un barco procedente de Oriente en el que trabaja en condiciones de esclavitud. Por otro lado, aparece Marcela, la hija de Miguel, huyendo de un conjunto de malas decisiones que la han dejado a la deriva en medio de Santiago de Chile: su ruptura amorosa, dejar su trabajo estable y abandonar sus estudios de cine.
Los tres personajes comparten mucho más que el espacio en el que se encuentran, la casa de Miguel en Punta Arenas: se trata de la soledad. De este modo, se crea una compleja relación entre ellos. Miguel se afana en cuidar a Lee como no supo hacerlo en su momento con su familia mientras lidia con los errores del pasado. Lee no puede olvidar aquello tan turbio que le hizo embarcarse en el Melilla, ni aquellos horribles meses trabajando en el calamarero, y Marcela se lamenta de todos los errores que la han alejado de aquel camino con el que soñaba para su vida. Aparentemente, cabría pensar que no tienen nada en común; sin embargo, los tres se sienten isleños, náufragos en el fin del mundo.
La estructura de la novela está conformada por una hibridación que oscila entre el diario personal y la convencional tercera persona. Son frecuentes los saltos en el tiempo, navegan entre el pasado y el presente, entre el mundo real y lo onírico. La novela parte de un punto clave: cuando encuentran a Lee en el mar y Miguel decide llevarlo a casa para cuidarlo a escondidas. Este encuentro fortuito, sumado a la llegada de Marcela, crea un peculiar ambiente en el que la comunicación va más allá del lenguaje. Esto se debe a que no comparten la misma lengua, pero sí el sentimiento de soledad y desengaño consigo mismos. A partir de aquí se intercalan fragmentos de los duros momentos que vivió Lee en el barco, un relato lleno de dolor y sufrimiento; los años en los que Marcela vivía en Santiago, en los que reflexiona sobre los errores que cometió en su relación con Diego y lo sencillo que fue acomodarse a una rutina que la obligaba a abandonar su sueño de dirigir películas. También Miguel se arrepiente de las cosas que no hizo bien con su familia.
Todos estos recuerdos son personales, de hecho, apenas los comparten entre ellos. La única que se abre a Lee sobre su pasado es Marcela y, aunque Lee no entienda español, surge entre ellos una complicidad que les llevará a tener una íntima relación. Se podría entender la novela como una aparente miscelánea que recoge tres relatos paralelos, pero no es así, ya que los tres son perdidos rodeados de tierra que viajan continuamente a su pasado desde un presente común. La isla como metáfora de un lugar al que huir, sobre todo cuando es necesario alejarse de aquello que los atormenta. Porque la distancia implica perspectiva y la perspectiva, madurez. Cuando uno madura, se perdona y se resigna a vivir con la culpa, pero el pasado no se puede cambiar.
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