La eclosión de la letra. “Abecevarios”, de José Luis Puerto
La eclosión de la letra. “Abecevarios”, de José Luis Puerto
José Luis Puerto. Abecevarios
León, Universidad de León, 2018
176 páginas, 25 euros

Si todo poeta logra tener una voz propia y expresarse en un lenguaje genuino, como dice el tópico, entonces, habría que pedirle a cada uno el alfabeto que ha empleado en la construcción de sus poemas. No solo ayudará a interpretar correctamente sus obras, sino que aportará una información sugestiva de su visión del mundo. En parte, esto ha logrado José Luis Puerto (La Alberca, 1953) en Abecevarios (2018).
En la obra y en el pensamiento del escritor y profesor salmantino se entrecruzan dos saberes que la crítica suele arrinconar en compartimentos conceptuales alejados y antagónicos: la recolección y el acopio del acervo folclórico y el cultivo de la poesía experimental. José Luis Puerto es un investigador y defensor de la sabiduría popular, sobre la que ha publicado varios libros de leyendas y cancioneros de su tierra, y, al mismo tiempo, uno de los grandes baluartes de la poesía experimental en nuestro país, en su faceta de coleccionista y promotor de proyectos, tales como el reciente comisariado de Constelaciones. Poesía experimental en España (1963-2016) (2017). Ahora, se presenta también como creador de este tipo de poesía neovanguardista con un obra que ha sorprendido a algunos críticos y poetas del género, ya que a Puerto se le conocía tan solo una producción de corte más tradicional, por la que alcanzó el reconocimiento literario desde los años 80 y 90 gracias a varias publicaciones y otros tantos premios. Abecevarios no constituye, sin embargo, una obra repentina; más bien representa una creación en curso a lo largo de toda una vida que solo ahora se atreve a florecer.
Esta metáfora primaveral cuadra a un libro en el que cada letra parece eclosionar en palabras, objetos y formas, muchas de ellas naturales y verticales (alf-abeto). Las representaciones artísticas del abecedario, que en algunos pueblos, como el egipcio, el maya o el japonés, están asentadas en la misma base de su cultura, resulta uno de los ejercicios más extendidos entre creadores profesionales y amateurs. José Luis Puerto propone cinco series, abecé-varios, que, según creo y simplificando un poco, se pueden reducir a dos tipos según su idiosincrasia. Por un lado, las series 1, 2, 4 y 5. Cada una recoge todas las letras del alfabeto castellano, con escasas repeticiones u omisiones de determinados grafemas. Cada lámina —hay que valorar la calidad del papel y el tratamiento digital empleado en la colección Caligramas— presenta una letra en tanto signo nuclear alrededor de la cual se organizan el resto de componentes. Se pueden considerar cuatro planos: la letra principal; los ornamentos pictóricos abstractos o florales; las palabras en mayúscula aisladas o en pequeños grupos que contienen dicha letra en su propia composición; textos más largos y con mayor flexibilidad en su agrupamiento. Conforme la serie es mayor, la letra matriz va descentrándose y cediendo autonomía, convirtiéndose en imagen y, todo el conjunto, en un macrosigno homogéneo que, también progresivamente va ocupando todo el espacio de la página. En contraste con esta explosión figurativa, cromática y el horro vacui predominante, la serie 3, ancilar y clave por estar situada en la mitad del libro, supone una colección minimalista de ideogramas; en ella la letra nuclear parece brotar y reproducirse en otros grafemas idénticos y más pequeños hasta revelar un hallazgo, a veces incluso figura, a la manera del caligrama.
Entre la letra, los textos y las figuras existe una conexión de naturaleza: en la arquitectura del grafema y el simbolismo literal, los discursos discontinuos, aforísticos, como chispazos o fogonazos de un arco iris y la eminente visualidad se funde el impulso del niño que comenzó a experimentar y conciliar los órdenes del lenguaje y de la plástica y la poética del adulto formado en la investigación. La dificultad estriba en salvaguardar la pureza: “labra con la palabra la piedra permanente de tu alma” (22). La letra ha sido protagonista en el siglo XX en la poesía experimental (Isou, Erté, Gomringer, Brossa), pero también en las artes plásticas; José Luis Puerto las combina y aporta su singularidad, especialmente en las series donde cada lámina parece un mapa que obliga y exige al lector a leer con paciencia un discurso secreto pero no invisible, y que por su sinuosidad obliga a observar el libro de un modo distinto, a voltearlo casi como un mundo.