La nostalgia es disonante. “El blues de Ogawa”, de Javier Ignacio Alarcón
La nostalgia es disonante. “El blues de Ogawa”, de Javier Ignacio Alarcón
Javier Ignacio Alarcón, El blues de Ogawa
Granada, Editorial Nazarí
286 páginas, 16,50 euros

En El blues de Ogawa, Javi, representación ficcional del autor Javier Ignacio Alarcón (Caracas, 1987), narra en primera persona, desde el presente madrileño, los recuerdos de su vida en Caracas, a los que accede a través de la figura de Mami Ogawa. Teniendo en cuenta que Alarcón dedicó su tesis a estudiar la autoficción en la literatura venezolana, no resulta extraño que encuentre en esta el medio apropiado para articular la historia y que, por tanto, incida en presentar ese juego explícito entre realidad y ficción: “Es un hecho simple y bien conocido, sin importar qué tanto se parezca a la realidad, la ficción es simplemente ficción” (p. 41). De este modo, puede plantear la distancia entre la reconstrucción que la memoria hace de un tiempo pasado, ejercicio en el que se basa el relato, y el pasado real.
Cuando el protagonista acude al concierto de la banda japonesa Scandal, advierte un parecido insólito entre la guitarrista Mami Sasazaki y una amiga de su antigua vida en Caracas, Mami Ogawa. Bajo este pretexto se articulan dos de las claves fundamentales de la obra. Por un lado, mediante el personaje de Mami, que surge por evocación y funciona como catalizador de recuerdos, se organizan las analepsis que asaltan el tiempo presente. Por otro, la importancia que se le otorga a los productos culturales, como la música, está relacionada con que estos conforman las ideas que se tienen sobre el amor, uno de los motivos temáticos principales, y, en general, sobre el mundo. No obstante, la música no sirve meramente como elemento referencial, sino que se dialoga con ella y conforma la estructura narrativa, que es circular: cada capítulo lo titula una canción (la del primero y el último son ambas de Scandal), se inicia y termina con la cuenta “un dos tres cua” y, además, se cierra la novela con la indicación Da capo (‘desde el principio’).
El kanji que aparece en la portada, 声, como descubrirá el narrador, significa ‘voz’. Esa es la constante búsqueda de esta obra, la de una voz para contar la nostalgia que afecta a buena parte de una generación de venezolanos que se vio obligada a emigrar y que ahora está desperdigada por el mundo. Por ello, Alarcón construye una historia que, como el math rock, abre un diálogo con el tiempo: “Eso es lo brutal. Jugar con el tempo, tensar sus distancias internas. […]. Hay que hablar con el tempo, concluyó” (p. 279). Desde este punto se asoma a la tensión entre nostalgia y presente, estancamiento y avance, en definitiva, a esa brecha insalvable —la disonancia con Mi bemol— entre dos tiempos que no se acompasan. Se aprecia, por tanto, la presencia de un ritmo latente, narrativo y musical, que exige la libertad para mirar al pasado sin detenerse: “no te quedes atrás. Si estás tocando, decía [el profesor de música], nadie puede esperar a nadie. El beat sigue avanzando, aunque tú te equivoques. Solo se puede hacer una cosa: volver a montarse” (p. 119). En las tensiones, las fluctuaciones, las disonancias, las improvisaciones para encontrar un sonido determinado, se configura ese blues —capaz de llenar escenarios vacíos o indefinidos— que resuena en los sueños de Javi, la misma forma que, de algún modo, acaba tomando la novela.