El arte de la museología. “El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson”, Lawrence Weschler

por Dic 14, 2022

El arte de la museología. “El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson”, Lawrence Weschler

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Lawrence Weschler, El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson

Traducido por Rosa M.ª Bassols Camarasa

Impedimenta, Salamanca

200 páginas, 19,71 euros

Actualmente, los museos son entendidos como lugares a los que cualquier transeúnte con un mínimo de interés puede acudir para presenciar la conservación y exposición de objetos artísticos, científicos y de otras índoles (una simplificación algo insípida si tenemos en cuenta el origen etimológico de la palabra: “lugar consagrado a las musas”). También, desde una perspectiva más cínica, se puede ver como un mercado de influencias y poder en el que diferentes instituciones buscan adquirir los objetos más valiosos a ojos de un público culturalmente insaciable, aunque esto suponga, en muchas ocasiones, una actividad recurrente de pillaje amparada bajo un halo fraudulento de diplomacia e interculturalidad. Sin embargo, la obra presente no se centra en ninguna de estas versiones, sino que aboga por una representación más cercana a lo que en los siglos XVI y XVII se denominaban Kunst und Wunderkamern, es decir, gabinetes en los que se exhibían colecciones estrafalarias de cualquier objeto o maravilla que suscitara la curiosidad de todo aquel que pasara por sus inmediaciones.

En concreto, este libro habla sobre el Museo de Tecnología Jurásica (al que desde ahora se referirá como MJT), un edificio localizado en Los Ángeles y regentado por David Wilson y su familia, cuyo lema se posiciona como no-aristotélico, no-euclidiano y no-newtoniano. Solo el nombre ya deja perplejo a cualquier testigo que lo lea, pero este asombro será mayor si se decide entrar en el local, donde se puede disfrutar de una colección muy heterogénea: desde la esfera más natural, como la exposición de la hormiga hedionda del Camerún, las polillas flamencas del siglo XIX, el topo europeo de nariz estrellada, o el sistema de ecolocalización de los murciélagos, hasta la esfera más científico-humanista, como la teoría del cono del olvido, las cartas astrológicas de un autor desconocido, o nanotecnología situada en la punta de clavo; todo ello sin olvidar el ámbito propiamente artístico, que en este caso queda presente gracias a obras muy peculiares, como grabados ostentosamente detallados en huesos de fruta, o esculturas en microminiatura elaboradas (literalmente) en el ojo de una aguja.  

Toda esta exhibición de las diferentes exposiciones que se encuentran en el museo es un simple cebo que Lawrence Weschler (1952) emplea para atraer la atención del lector, al igual que si estuviéramos físicamente en la galería. Una vez hayas picado el anzuelo, el autor te arrastrará en un camino sin retorno a su verdadero objetivo, el cual es transmitir la historia del MJT y de su dueño, David Wilson. Ambas piezas son imprescindibles para entender bien la narrativa, ya que, no son dos elementos que se complementen entre ellos, sino que son las dos caras de una misma moneda, hasta el punto de poder afirmar que el museo es una prolongación del mismo Mr. Wilson. Esto se puede apreciar fácilmente al leer cómo es él quien organiza toda las secciones y sus temáticas, cómo es él quien fabrica a mano todos los dioramas, las metáforas visuales y las grabaciones, y cómo es él quien mantiene una red actualizada de contactos para poder conseguir material de calidad. Sin embargo, esto solo es la capa superficial de la hibridación entre museo y hombre. Lo que de verdad fortalece esta unión es el sentimiento vocacional que David guarda desde sus inicios junto a su metódica y estética particular.

Su estilo está marcado por la constante incertidumbre entre la ironía y la seriedad, pues todo el MJT alberga maravillas que muchas veces parecen no tener la suficiente relevancia (o relación) como para estar expuestas al público. No obstante, ahí se encuentran, siempre con un trasfondo teórico-práctico depurado que conlleva a la sugestión sobre los límites entre lo mundano y lo extraordinario. Y, lo más importante, todo ello está impregnado por su deseo de reunir todo lo que la mano y la mente del ser humano ha sido capaz de producir, ya sea mediante su arte o ingenio excepcional, unido a lo puramente natural (lo que hace más entendible el nombre del museo). De esta forma, se logra crear algo a lo que Francis Bacon se refería como “un espacio pequeño de un modelo personalizado de lo universal”.

Por último, queda mencionar que, mediante el MJT (más un gran apartado de notas bibliográficas), Lawrence desarrolla un hilo temporal sobre la museología muy preciso en el que trata su evolución, desde los gabinetes antiguos en los que imperaba una tendencia macabra a la taxidermia escultórica, hasta los museos contemporáneos, con todas las ventajas tecnológicas y burocráticas de las que estos gozan.

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