Lo que produce el detective. “Los casos del comisario Croce”, de R. Piglia
Lo que produce el detective. “Los casos del comisario Croce”, de R. Piglia
Ricardo Piglia, Los casos del comisario Croce
Anagrama, Barcelona
177 páginas, 16,90 euros

Que la novela policial siga encontrando (no pocos) lectores resulta, de por sí, un hecho interesante, especialmente si tomamos en cuenta la vejez de la misma. Sin duda, una de las claves para entender la vigencia del género está en su evolución. Desde sus primeras figuras, detectives creados por Edgar Allan Poe y Sir Arthur Conan Doyle, los personajes y las historias se han transformado de manera constante, ramificándose por vertientes disímiles. Esto ha llevado a formas literarias igualmente distintas: desde cierto tipo de bestseller que apela a los tropos y la estructura de este tipo de novela, sin ser propiamente del género policiaco, llegando a deconstrucciones posmodernas del universo racional que los detectives protagonistas habitan y, en buena medida, construyen. Un excelente ejemplo de esto último lo encontramos en La trilogía de Nueva York, de Paul Auster. A primera vista, parece lógico pensar que el libro de Ricardo Piglia (Adrogué, 1941-Buenos Aires, 2017) publicado recientemente, Los casos del comisario Croce, cae en esta última categoría, sobre todo al considerar algunas de sus obras más importantes, como Respiración artificial (1980) y La ciudad ausente (1992). Aunque, no podemos perderlo de vista, el protagonista de los relatos del volumen póstumo es personaje de otro texto, mucho más reciente: Blanco nocturno (2010).
El comisario Croce es el centro de esta colección de relatos que, a pesar de la ficción, y respondiendo a lo que Piglia denomina, en una “Nota del autor”, la “tradición realista del género policiaco”, se nutre del mundo real. En especial, sobra decirlo, de la Argentina de mediados del siglo XX, durante la cual ocurren las historias. Así, el peronismo, como contexto político, es reiterativo. Más importante, sin embargo, es que algunas de las narraciones se sustentan en historias reales o en leyendas urbanas del país suramericano. Con respecto a esto, cabe resaltar el relato “La película”, construido sobre un rumor: la existencia de un vídeo pornográfico protagonizado por Eva Duarte. Por otro lado, “La música” está inspirado en el caso real de un marinero yugoslavo acusado de asesinato. Por supuesto, la fuerza de los textos no se encuentra en la posible veracidad de la narración, sino en cómo los personajes, tanto Croce como quienes lo rodean, responden a los hechos: la fe que poseen o de la que carecen, la frustración o, mejor dicho, la resignación frente a una injusticia irremediable. En este sentido, la genialidad del detective, que aquí no es solo racional, sino también instintiva e incluso poética, dista de ser una bendición. En cambio, es un peso con el que Croce no tiene más remedio que cargar. Además, uno de los mayores intereses del volumen es su diálogo constante con la literatura, tanto policiaca como en general. A pesar de dejar atrás las complejas estructuras metaficcionales de sus primeros textos, estos relatos articulan una autoconsciencia ineludible. Quizá uno de los más interesantes, desde este punto de vista, sea “La conferencia”, en el que Croce asiste a una ponencia de un escritor ciego, obvia referencia a Jorge Luis Borges, sobre la novela policiaca.
Como es de esperar, cualquier reflexión sobre la literatura deviene en un cuestionamiento al mundo en el que vivimos. En este sentido, la figura del comisario Croce, su carácter paradójico, interpela al lector. Como dijimos, el detective es el eje del género policiaco, la piedra de toque sobre la que se construye un universo en el que es posible que, como señala Piglia, “la justicia se acerque a la verdad”. La gran ironía de este principio es que para la existencia de un detective, de un hombre que se dedica a resolver crímenes, es necesario que haya un criminal. En otras palabras, el protagonista de la novela policiaca, la narración misma, se debe al ser que, de hecho, busca eliminar. Los relatos de Piglia giran en torno a reflexiones sobre esta aporía, incluso si no siempre las hacen explícitas. Para que quienes leemos Los casos del comisario Croce no perdamos de vista dicho cuestionamiento, el libro abre citando una reflexión de Karl Marx sobre el lugar del delincuente en la sociedad capitalista: el delincuente produce delitos y, al hacerlo, posibilita un sinfín de estructuras económicas y de discursos ideológicos esenciales para una estructura que gira en torno al capital. Las historias de Croce afincan este hecho al recordarnos que, así como el delincuente produce delitos, el detective se debe, quizá hasta produce, a los delincuentes que debe aprehender.