Excesivamente humano. «Máquinas como yo» de Ian McEwan

por Oct 21, 2019

Excesivamente humano. «Máquinas como yo» de Ian McEwan

por

Ian McEwan, Máquinas como yo 

Barcelona, Anagrama 

360 páginas, 20,90 euros 

Traducción: Jesús Zulaika Goicoechea 

Máquinas como yo enfrenta al lector a un dilema moral, algo habitual en las novelas de Ian McEwan (Aldershot, 1948). En un Londres de 1982 alternativo, McEwan le da una segunda oportunidad a Alan Turing, muerto en extrañas circunstancias en 1954. Es decir, le da una segunda oportunidad a la historia para retribuir el daño infligido a una de las mentes prodigiosas del siglo xx, que fue maltratado por una sociedad puritana e ignorante que temía la homosexualidad. En esta historia, Turing es un aclamado científico, respetado por la sociedad británica. Asimismo, McEwan fantasea con la posibilidad de que el Reino Unido hubiera sido derrotado en la guerra de las Malvinas y de que, como consecuencia, Margaret Thatcher hubiera perdido el apoyo de su país; otra sociedad, una que abandona Europa aparece en escena como si de una profecía sobre el Brexit se tratara. McEwan aprovecha la ocasión para criticar a una sociedad capaz de creer en la tiranía del plebiscito como si del Tercer Reich se tratara, en clara alusión al referéndum británico para salir de la Unión Europea. En esta ucronía, los robots o los coches sin conductor son algo normal en la última parte del siglo xx. Del mismo modo que el Reino Unido pierde la guerra, Argentina no se habría librado del azote de una dictadura despiadada si la hubiera ganado y esto lleva a pensar en la importancia de las decisiones que tomamos y cómo afectan a los demás, tema que impregna toda la novela. 

Gracias a la herencia de 86.000 libras que ha recibido de su madre. Charlie, el protagonista, compra uno de los 25 primeros humanos sintéticos de diferentes etnias, llamado Adán. Las doce Evas se han agotado. El treintañero está enamorado de la vecina de arriba, Miranda, una estudiante de doctorado diez años más joven. Para conseguir seducirla le pide que le ayude a confeccionar la personalidad de Adam. Ambos empiezan a sentir que han creado una vida juntos y que tienen toda la responsabilidad sobre los actos de un robot. El dilema de la paternidad, la renuncia a una vida sin ataduras y la carga que las mujeres se imponen a sí mismas por una presión social atávica se va desgranando a lo largo de la novela.  

El dilema moral al que nos enfrenta McEwan es el de reflexionar sobre la posibilidad de crear humanos artificiales que sean mejor que los verdaderos seres humanos. Como en Blade Runner, la cuestión de si los robots tienen sentimientos o no se convierte en el tema central de esta novela. A esto hay que añadir que Adam advierte a Charlie sobre el oscuro secreto que guarda Miranda y que cambiará la vida de los tres protagonistas para siempre. En el fondo de la novela subyace la necesidad de distinguir el bien del mal y la cautela que es necesario tener cuando se juega a ser el Creador o, simplemente, cuando se tiene un hijo. Adam pasará de ser un simple robot que realiza las tareas del hogar a ganar dinero en la bolsa y, finalmente, a recordar a los humanos que la inteligencia artificial es moralmente superior porque es incapaz de mentir, a la vez que almacena toda la sabiduría que la humanidad ha ido atesorando a lo largo de los siglos. Pero precisamente todo ese conocimiento y la incapacidad para tolerar la mentira será lo que lo deshumanice hasta convertir a este nuevo replicante en el juez más implacable contra sus creadores, Miranda y Charlie. Tal y como cualquier hijo o hija que al adquirir una conciencia propia empieza a medir a sus padres por sus acciones con poca experiencia vital y falta de contexto histórico, el robot comienza a encontrar intolerable lo que antes normalizaba y toleraba sin juzgar severamente. Su sentido de la justicia y del honor le hace seguir unos principios que los adultos no toman al pie de la letra porque saben que en la vida real siempre hay matices y la intransigencia solo puede conducir al dolor. 

McEwan transmite de una manera inquietante los dilemas morales a los que los humanos se enfrentan cada día y cómo los robots se han unido a este territorio de arenas movedizas. Ahora la inteligencia artificial ha llegado para sacarnos de esas arenas o hundirnos definitivamente en ellas. 

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