¿Qué bando elegirás? ¿Quién es el monstruo? «Frankenstein o el Moderno Prometeo», de Mary Shelley

por May 21, 2020

¿Qué bando elegirás? ¿Quién es el monstruo? «Frankenstein o el Moderno Prometeo», de Mary Shelley

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“Te alegrará saber que no ha ocurrido ningún percance al principio de una aventura que siempre consideraste cargada de malos presagios.” Mary Shelley (Londres, 1797) comienza así su obra, escrita cuando apenas tenía 18 años. Hija de Mary Wollstonecraft, feminista y escritora reconocida por su lucha política; y William Godwin, escritor y político liberal,  considerado precursor del anarquismo. Aunque su madre murió al poco de dar a luz, Mary se crió leyendo sus escritos y rodeada de un ambiente literario y liberal proporcionado por su padre y sus amistades, además de  ser odiada por su madrastra. Cuando tenía 17 años, se enamoró del escritor británico Percy B. Shelley, el cual seguía casado con su primera mujer cuando tuvieron un hijo. En el verano de 1816, Mary, Percy y su primer hijo, decidieron pasar unos meses en Ginebra con Claire, la hermanastra de Mary, y con Lord Byron, escritor británico. Allí escribió Mary Frankenstein, como parte de una competición para combatir el aburrimiento.

La novela comienza relatando, mediante cartas, el viaje de Robert Walton, desde Inglaterra hasta el Polo Norte. Un viaje arriesgado y muy ambicioso, no logrado antes en la historia de la humanidad. En mitad de este viaje, encuentra a Victor Frankenstein en medio de un desierto de hielo, a punto de morir congelado, que accede de manera extraña a salvarse de su inminente destino. Es un hombre muy inusual, que busca algo desesperadamente en el mar congelado; algo por lo cual está dispuesto a morir. Su histroria es demasiado interesante como para permanecer en el olvido, por ello sus memorias son obtenidas al ser recogidas por Walton. Ambos se han convertido en buenos amigos, y es entonces cuando Victor confía en él lo suficiente como para contarle lo que se convirtió en el peor error de su vida. Había sido una persona interesada en el estudio toda su vida. Ello junto a su gran ambición le había llevado a descubrir el secreto de la vida y a la decisión de crear una criatura. Después de mucho trabajo sin descanso, la criatura abrió los ojos.

Frankenstein es uno de los relatos de terror gótico por excelencia, aunque, realmente, no es de terror. Es verdad que presenta elementos de terror, pero en ningún momento busca que el lector pase miedo. Mary Shelley busca sin embargo crear un conflicto moral en el lector, una discusión. ¿Es moralmente aceptable crear vida? ¿Vale más la vida de alguien que ha nacido por causas naturales que la que ha sido creada artificialmente? ¿Tiene derecho la criatura a ser querida como si de un hijo biológico se tratara? Estas preguntas y muchas otras son las que se van planteando a lo largo de la historia. Y al final de la novela, queda una pregunta clara, ¿Frankenstein o la criatura? Lo más normal es que se elija un bando claro, al cual se defenderá firmemente. Aunque también hay personas que se encuentran de acuerdo con ambos puntos de vista. Lo que está claro es que  Frankenstein no deja indiferente a nadie.

Shelley se apoya en la fantasía para realizar una crítica social en Frankenstein. La ambición como defecto. La ciencia llevada a los límites de la moralidad. Frankenstein crea vida, de la nada, de manera antinatural, y se desentiende de aquello que engendra esperando que desaparezca. Quien juega con fuego se quema. Y de fuego va la cosa. Frankenstein o el moderno Prometeo, pero ¿quién es Prometeo? Prometeo es un titán de la mitología griega amigo de los humanos. Su historia cuenta que este robó el fuego de los dioses para entregárselo a los humanos después de que Zeus les hubiera prohibido tenerlo. Cuando Zeus se enteró castigó a la humanidad a sufrir desgracias múltiples y Prometeo fue encadenado en el Cáucaso. Allí, cada día un águila devoraba su hígado, y dada su inmortalidad volvía a crecer por la noche, para que al siguiente día pasara otra vez lo mismo. Un castigo para toda la eternidad. Prometeo quiso desafiar a Zeus, oponerse a leyes inquebrantables, y fue duramente castigado por ello. Frankenstein hace algo muy similar: juega con lo desconocido, sobrepasa los límites de la ciencia. Podría decirse que ambos personajes pecan de ambiciosos. Walton también guarda similitud con ellos aunque en menor medida. Este trata de hacer algo que no se ha hecho nunca antes y está seguro de poder lograrlo, llegar al Polo Norte. Su ambición en este caso le lleva a estar dispuesto a morir, y lo que es peor, a hacer morir a su tripulación con él. De no ser por estos, que se oponen firmemente a las decisiones de su capitán, su barco formaría parte del fondo del océano para la eternidad, ese sería su castigo. Aún sabiendo que es una misión imposible y ser aconsejado de no ser ambicioso, quiere alcanzar su objetivo a toda costa. La ambición lleva a estos tres personajes a tomar decisiones peligrosas para ellos, y para el resto.

Shelley, a pesar de haber escrito su obra a tan temprana edad, usa un lenguaje extremadamente rico y muy elegante. Su obra está llena de palabras cultas que describen a la perfección los escenarios, los personajes y las acciones de Frankenstein. La mayor parte de la novela son descripciones de los paisajes, normalmente bosques oscuros o habitaciones de la misma condición. Los bosques son sumamente importantes, ya que es en esos lugares donde se esconden los secretos del libro. En el bosque se esconden los sentimientos de los personajes que van allí a despejarse, pero también se esconde la criatura, la cual no puede integrarse en la sociedad con normalidad a causa de su aspecto y proporciones monstruosas. Con tal detalle están escritas estas descripciones que es sencillo imaginarse los escenarios y los personajes de la historia.

A la hora de leer Frankenstein, es necesario estar preparado para encontrarse constantes dilemas morales, y además de los debates con otros lectores, a propósito de las diferentes opiniones de cada uno. Pero realmente, una iluminación tenue, suficiente para no causarle daño a la vista, y un lugar tranquilo, sino silencioso, dónde sentarse a leer, es todo lo necesario para disfrutar de esta historia. Eso, y una previa predisposición a encontrarse con el fantástico horror creado por Mary Shelley.

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