Un epílogo para la nostalgia, «El Camino: A Breaking Bad Movie»
Un epílogo para la nostalgia, «El Camino: A Breaking Bad Movie»
El Camino: A Breaking Bad Movie
Creador: Vince Gilligan
Reparto: Aaron Paul, Jesse Plemons, Charles Baker, Matt L. Jones
Duración: 122 minutos

El 11 de octubre se estrenaba en la plataforma Netflix un proyecto horneado en las cocinas de la afamada Breaking Bad (2008-2013). Escrita y dirigida por Vince Gilligan, creador de la serie original, trata de la huida de un Jessie Pinkman (Aaron Paul) traumatizado y perseguido por la justicia. Así, se les permite a los incondicionales de la serie un regreso al Nuevo México post-Heisenberg; aunque, hay que decirlo, al menos visualmente se ofrece un producto de aspecto cinematográfico, ya que fue rodado en un 2.35:1, oponiéndose a la televisiva pantalla completa de la serie original. Pero que no se asuste el fan del antaño profesor de química que llegó a ser un poderoso e implacable productor de metanfetamina, ya que se adaptan los planos imposibles de Breaking Bad al nuevo formato. ¿Es esta la única referencia de la serie en un producto nuevo, o la tónica general de un epílogo que se limita a la autorreferencia?
El Camino, así llamado por el modelo de coche con el que escapa un desesperado Jessie de su infierno neonazi, narra sus empeños por salir de Alburquerque siendo posiblemente el hombre más buscado del país. La narración se desarrolla con constantes vueltas al pasado, presentando tramas que retoman el espíritu de la serie, sobre todo en las incómodas escenas de delicioso humor negro desarrolladas alrededor de la “extraña pareja” formada por el trastornado Todd (Jesse Plemons) y el propio Jessie. Los fanáticos de la serie disfrutarán de los altos niveles de testosterona que retoma El Camino y de los inhóspitos pero bellos atardeceres alrededor de Alburquerque, a los que se les ha concedido cierto protagonismo. Los colores amarillentos dejan paso a un blanco en el que, finalmente, se pierde el espectador, como el fin de un ciclo que a tantas personas mantuvo en vilo durante cinco largas y magníficas temporadas.
Pese a todo lo anterior, habrá quien se pregunte, ¿era este epílogo necesario? Ciertamente, desde el punto de vista técnico encontramos la calidad a la que la serie nos tiene acostumbrados. Sin embargo, se podría pensar que gran parte del interés de la serie original residía en la indefinición moral, en el cuestionamiento respecto a la delgada línea que separa a los “buenos” de los “malos”. En este sentido, el personaje de Jessie aportaba un recuerdo de la infancia perdida, una suerte de niño grande incapaz de asimilar las consecuencias de sus acciones. La lucha del joven contra sí mismo y su fragilidad conseguían hacer atractivo a un personaje con matices muy interesantes. Todo ello ha muerto en el encierro esclavo al que se ha sometido a Pinkman. Se nos presenta ágil, silencioso, astuto. Incluso se modera en el lenguaje. No se desarrollan los más que probables traumas derivados de una situación como la vivida por el personaje, dando como resultado un protagonista gris en continua huida. La trama se refugia en constantes retornos al pasado, con un Jessie apagado que mira a su alrededor con estupor. La falta de colores en el personaje principal tiene como consecuencia que el desarrollo de la trama se haga algo pesada. El argumento, además, no se entiende si no se ha visto (y se es fan de) la serie principal, por lo que en ocasiones la constante huida de la que el espectador es testigo se convierte en un capítulo-epílogo demasiado largo.
En definitiva, el nuevo producto surgido alrededor del universo Breaking bad continúa con la misma fórmula, recreando espacios similares y provocando situaciones que harán esbozar una sonrisa de nostalgia entre muchos de sus seguidores. Sin embargo, pese a lo cuidado de la producción y el esmero en la recreación de los espacios y las rocambolescas situaciones, marca de la casa, el monocromatismo en el personaje protagonista y las, tal vez, excesivas escenas referentes al pasado restan calidad a una película con total dependencia de la serie, sin la que se difumina su mensaje. Un producto dirigido a nostálgicos, pero que pierde calidad por su constante autorreferencia y la falta de matices en un Jessie Pinkman del que nos podían haber ahorrado el fin de su alocada carrera hacia, quizá, la libertad.