Viejas mansiones, nuevas historias. «The Haunting of Hill House»
Viejas mansiones, nuevas historias. «The Haunting of Hill House»
The Haunting of Hill House
Creador: Mike Flanagan
Reparto: Michiel Huisman, Carla Gugino, Henry Thomas, Elizabeth Reaser, Oliver Jackson-Cohen, Kate Siegel, Victoria Pedretti
Nacionalidad: Estados Unidos
Duración: 10 episodios (60 minutos aproximadamente c/u)

La casa embrujada se ha vuelto un lugar tan común en la literatura y el cine de terror, que podemos olvidar lo inquietante que puede resultar una historia que trate este tema. Hoy por hoy, pareciera que todas las posibilidades han sido exploradas, cada uno de los fenómenos sobrenaturales y de los tipos de personaje que experimentan los horrores. Podríamos llegar a pensar que las obras que giran en torno a mansiones terroríficas han sido agotadas. Por esto, llama la atención que sigan existiendo quienes retomen esta temática, cuyo origen se encuentra en la novela gótica. The Haunting of Hill House es uno de los ejemplos más recientes de esta tradición. La serie, producida por Netflix y estrenada en octubre del 2018, es una reinterpretación de la famosa novela homónima de Shirley Jackson, una referencia obligada en la literatura de terror. Sin embargo, más allá de la mansión embrujada y uno que otro guiño intertextual, la serie guarda poca relación con la original, por lo menos, en la trama.
Los diez episodios se centran en la vida de cinco hermanos y su padre, años después de haber pasado un verano en la Hill House. La familia Crain, que en aquellos meses incluía también a la madre de los chicos, llegó al lugar para reformarlo y venderlo, con la esperanza de asegurarse un futuro económico estable y hasta holgado. Sobra decir, las cosas no salieron como se esperaba: una noche, vemos en el primer capítulo, se ven obligados a huir, dejando a la madre atrás. Ella morirá y esta experiencia traumática dejará una marca en los Crain. Steven, Shirley, Theodora, Luke y Nell, los hermanos, crecen perseguidos por los acontecimientos que ocurrieron durante los meses que pasaron en la mansión; sus vidas han sido moldeadas por estas experiencias. Los primeros episodios exploran la vida de cada uno de ellos, así como sus vínculos con la casa, y perfilan poco a poco una interrogante: ¿qué ocurrió la noche en la que la madre murió? La pregunta cobra fuerza en tanto que algo, proveniente de la casa, vuelve a irrumpir en sus vidas. En lugar de centrarse en el lugar maldito, como es típico de estas historias, los personajes se encuentran lejos de la Hill House: ya son adultos y tienen sus vidas construidas. Sin embargo, la fuerza de atracción de este espacio imposible es demasiado fuerte y los obligará a confrontar su pasado. Subyace a la historia una compleja trama personal y una serie de indagaciones en torno a nuestra relación con la familia, en un primer plano, y la memoria, de forma general.
La aparición de nuevos formatos, como el servicio streaming, y una inversión cada vez mayor de los productores han generado un nuevo entusiasmo en torno a las series televisivas. Hay quienes hablan de una nueva forma de narrativa. The Haunting of Hill House obliga a interpelar esta idea. No en tanto que sea un producto perfecto, sino, precisamente, porque invoca tanto las virtudes como los defectos de las series. Aunque construye una trama inquietante, con profundos cuestionamientos a la realidad, también apela a mecanismos efectistas, quizá para atraer a un público más amplio, como el abuso de los jump scares (sustos sorpresas). El final de la serie resulta paradigmático. Quiere ser inquietante y, al mismo tiempo, reconciliador. Busca construir una historia autocontenida y, simultáneamente, necesita dejar cabos sueltos para una posible segunda temporada. En consecuencia, el cierre es quizá uno de los puntos menos efectivos de la narración, lo cual, sobra decirlo, puede tumbar la trama en su totalidad —no creo que haga falta insistir en la importancia de los finales en la narrativa de cualquier tipo—. Esto no desacredita las claras virtudes de la serie: el manejo efectivo del género fantástico y del terror, una producción visual impecable y, sobre todo, un trabajo de dirección sobresaliente —cabe subrayar la labor de Mike Flanagan (Massachusetts, 1978) en “Two storms”—. En este sentido, por lo menos, el espectador no quedará defraudado.