Cuentos para leer en el sofá. “Herencias del invierno. Cuentos de Navidad”, de Pablo Andrés Escapa
Cuentos para leer en el sofá. “Herencias del invierno. Cuentos de Navidad”, de Pablo Andrés Escapa
Pablo Andrés Escapa, Herencias del invierno. Cuentos de Navidad
Madrid, Páginas de Espuma
195 páginas, 20,90 euros

La vida está hecha de historias. No solo la Historia, con mayúscula, cada vez más sospechosa. Pienso en los pequeños relatos personales que dan sentido. Hay, sin embargo, otro tipo de narración que forma parte intrínseca de la existencia: esas fantasías que sirven para construir una mitología propia. Fábulas que escuchamos de niños, ficciones que encontramos en la literatura o el cine, su valor simbólico contribuye a enfrentar el absurdo cotidiano. Es en este último tipo de historias donde se pueden clasificar los cuentos del último libro de Pablo Andrés Escapa (León, 1964), Herencias del invierno. Cuentos de Navidad.
El título no oculta, es un volumen que recoge diez relatos relacionados con las celebraciones decembrinas y que están intercalados con ilustraciones de Lucie Deboeuf, inspiradas, sobra decirlo, en los personajes y sus aventuras. También se puede intuir, de las palabras que encabezan el libro, que las historias siguen una línea: una “santa noche”, un par de hombres pobres, que roban para sobrevivir, son ayudados por un excéntrico y bondadoso extraño (“Ceniza”); un buey enfermo encuentra un nuevo sentido a su vida a través de un conocido escenario de la natividad; las historias invernales de viajeros que han vivido experiencias milagrosas (“Fuelle” y “Canción de cuna”); la generosidad de quien desea creer en la magia y debe afrontar la realidad cruda, dirigida hacia los más jóvenes que pueden y quieren mantener su fe (“Nudos”); la aventura de los Reyes Magos, relatada por un viejo navegante (“Ausencias”); el miedo infantil ante las advertencias adultas, tan propias de la navidad (“Noche del cometa”). Estos relatos (faltan algunos por mencionar) siguen una estructura similar. El protagonista dialoga con su fe, la cual se verá renovada a través de la historia. En la mayoría de los casos, algún elemento milagroso influirá en ese desarrollo. Para quienes crean que se destripan las narraciones al advertir ese “final feliz”, recuerden el título del volumen. Incluso aquellos textos que miran a través de la nostalgia, en tanto que navideños, acaban reflejando alguna alegría, más o menos agridulce según el caso.
No se debe pensar que Herencias del invierno. Cuentos de Navidad es ingenuo. El mismo título incluye una consciencia sobre la tradición de la que bebe el libro. Esta forma sutil de autoconsciencia literaria se verá reflejada en los relatos. Es una manera de volver a la tradición, reconstruye esa mitología social que, como hemos dicho al iniciar, da significado a lo cotidiano. Esto se verá reflejado, entre otras cosas, en un manejo cuidado del lenguaje, que rememora los tradicionales cuentos navideños haciendo uso de una prosa detallada y descriptiva, con cierto sentido lírico. Pero tampoco debemos complicar las cosas. El interés está en las historias: esas herencias del inicio del invierno y final del año, en el que se necesita creer en la renovación y, por tanto, recordar el pasado que ha desembocado en este nuevo inicio.
Puede pensarse en el tópico: este es un libro para leer con café o chocolate, en el sofá de casa, pasando esos días difusos enmarcados entre la Nochebuena y el día de Reyes. Y es verdad, no se puede negar cierta idoneidad en ese escenario. Ahora, esto no cambia que el volumen posee un interés más allá. En el fondo, Herencias del invierno. Cuentos de Navidad es un libro cuidado, con historias interesantes y bien desarrolladas, con personajes empáticos que invitan a reflexionar sobre nuestras propias vidas. Sin mencionar la belleza del objeto, complementado con las ilustraciones de Deboeuf. A pesar del vínculo que une estos cuentos a una época del año y a las celebraciones que la caracterizan, no pierde interés al pasar las fiestas. Encuentra, entonces, un lugar en cualquier biblioteca, para recordar las herencias que compartimos, las historias y los símbolos que sirven para dar sentido al absurdo cotidiano.
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