Generaciones frente a la playa. “Un castillo en Ipanema”, de Martha Batalha
Generaciones frente a la playa. “Un castillo en Ipanema”, de Martha Batalha
Martha Batalha, Un castillo en Ipanema
Traducción de Rosa Martínez-Alfaro
Barcelona, Seix Barral
352 páginas, 20 euros

“A las tres y veinte de la tarde del sábado 7 de enero de 1968, con viento del noroeste, cielo parcialmente nublado y temperatura en descenso, ajena al fuerte olor a bistec rehogado con mantequilla y la voz al unísono de los muchos Silvio Santos en las televisiones de los apartamentos vecinos, Estela mancha de lágrimas y rímel la funda bordada de la almohada nueva. El pelo largo le cubre el rostro, sus uñas rojas sostienen un pañuelo de lino. Los pies le cuelgan fuera del colchón, hasta que por fin se libra de los tacones y se hace un ovillo, encogiendo las rodillas hasta la barbilla. Estela no piensa, solo repite «Por qué, Dios mío, por qué» intentando encontrar en el caos de su tristeza la razón de tanto disgusto.”
Así comienza Un castillo en Ipanema (2022), la segunda novela de Martha Batalha (Recife, Brasil, 1973). En ella, se presenta la historia de varias familias que forman parte de una misma saga: el narrador ofrece a los lectores la vida cotidiana de distintas generaciones de Jansson, procedentes de Suecia y afincados en Brasil, y va desgranando sus miserias, anhelos y frustraciones. El relato de los Jansson —los relatos, en realidad— se entremezcla con referencias artísticas e históricas que, de una forma más o menos didáctica, permiten al lector situar el contexto político, social y cultural en el que se desarrollan los hechos, que van desde los inicios del siglo XX hasta los años ochenta.
Es el último día de 1899. Johan Edward Jansson, alto y rubio —tal y como serán más adelante sus descendientes—, se enamora de Brigitta al verla en una fiesta de Nochevieja. Tiempo después de casarse, haciendo caso a una recomendación médica, la pareja se marcha de Estocolmo y se traslada a un clima más cálido: Brasil. Tras vivir algunos meses en un hotel, pasean por la playa de una apenas habitada Ipanema, espacio protagónico de la novela, cuando deciden construir allí su nuevo hogar: un imponente castillo. Allí crecerán sus hijos, ese será el punto de partida para todos. Con el paso de los años y tras la larga historia de Nilson y Guiomar, el protagonismo recaerá sobre Tavinho y su mujer Estela, casados en 1968 y mucho más perfilados por la autora que los demás. Ocultar los engaños y la necesidad de mantener las falsas apariencias y los privilegios de su clase social se tornan como algo imprescindible para ambos mientras la ciudad crece y evoluciona: cada vez hay más edificios y tienen su auge la revolución sexual y las reivindicaciones feministas.
La novela es, en definitiva, un buen ejercicio literario que recoge un compendio de vidas que, sin mayor trascendencia, sirven a la autora para trazar un somero recorrido por la historia social y política de su país durante más de ocho décadas. Los primeros capítulos ofrecen mayor lirismo, metáforas e incluso magia, mientras que, según avanza temporalmente la historia, los lectores encuentran en la segunda parte de la novela datos más precisos, descripciones más realistas y ajustadas a la actualidad: hombres altos y rubios que no son lo que parecen, mujeres que sufren y están cansadas de mentiras, pero se han acomodado en sus rutinas. Un reloj de cuco. Un juego de café de plata. Un castillo. Y Río de Janeiro y la playa de Ipanema como fondo.