La cancelación como crítica literaria. “La cancelación y sus enemigos”, de Gonzalo Torné
La cancelación como crítica literaria. “La cancelación y sus enemigos”, de Gonzalo Torné
Gonzalo Torné, La cancelación y sus enemigos
Barcelona, Anagrama
93 páginas, 10,90 euros

Es un concepto que resuena: la cultura de la cancelación. De origen estadounidense, esta forma de discurso crítico se ha expandido por el mundo y determina, en buena medida, los diálogos que entablamos con la producción cultural. Traspasa posicionamientos políticos, incluso quienes parecen sumarse a las posturas que respaldan los argumentos cancelatorios parecen tener un cierto respeto, a veces rechazo, hacia la forma en que un artista u obra de arte puede ser eliminado del espacio público. Esto ha devenido en un fenómeno particular. La discusión ha dejado de girar en torno al valor del arte o a su cualidad moral. En cambio, debatimos sobre la crítica en sí misma, sus métodos y su validez. ¿Tiene sentido la cultura de la cancelación? Esta es la cuestión que aborda Gonzalo Torné en La cancelación y sus enemigos.
El esfuerzo del autor se centra en dar un matiz literario a la crítica asociada a la “cancelación”. Como punto de partida, siguiendo a Lisa Nakamura, el libro define este fenómeno como un “boicot de atención” cuyas consecuencias pueden traer el fin de la carrera de una figura pública, en general. Asimismo, el texto se encarga de recordar, partiendo de las palabras de Azahara Palomeque, que la “cancel culture” fue esgrimida inicialmente por las llamadas minorías, como forma de denuncia. Pero ha acabado siendo implementada por figuras favorecidas, que se sienten atacados por críticos antirracistas, anticolonialistas, etc. Esta breve introducción, que encontramos en las primeras páginas, sirve para recordar el matiz claramente político y hasta moral del tema. En contraste, la primera sección contiene un artículo, publicado en julio del 2021, que busca demostrar que, antes que una indignación moral (excesiva para algunos), la cancelación es una forma legítima de crítica literaria y artística.
Varios argumentos sostienen esta idea. El central apunta al vínculo ineludible entre “contenido” y “forma”. Ya Yuri Lotman había señalado el carácter falaz de la disociación, todavía tan común, entre ambos elementos. Torné reformula: “no es posible separar las ‘cualidades estéticas’ de los valores ‘históricos’ o ‘morales’ de una novela […]. No creo que pueda existir un lector capaz de leer sin atender a las cuestiones morales-históricas que plantea la obra”. Para sumar peso a esta idea, se plantea el problema de la representación. En síntesis, si un texto es racista, por ejemplo, contendrá personajes planos, cuya inspiración proviene de tópicos vacíos y nocivos. En las palabras del autor: “se necesita ser un fanático de los ‘valores artísticos’ para no percibir que una representación de las mujeres como criaturas inmaduras y lloronas, de los homosexuales como enfermos risibles y de los afroamericanos como cenutrios incapaces de aprender incide muy directamente sobre el juicio literario de las obras”.
Torné no pierde de vista otros aspectos de la “cancelación”, aquellos relacionados con las redes sociales y con cómo una reacción pública puede acabar (quizá de manera injusta) con la carrera de un artista. Si bien se muestra optimista en la primera sección del libro, al hablar de “audiencias emancipadas”, se encarga de matizar esta idea en las siguientes dos. En un ejercicio dialéctico interesante, la segunda parte del ensayo está firmada por Clara Montsalvatges. Esto agrega una capa metaficcional al ensayo (teóricamente un texto de no-ficción): Montsalvatges es personaje en las novelas de Torné y es difícil precisar el lugar que ocupa, dentro de este juego metaliterario, en relación con lo real. De cualquier manera, ella se encarga de cuestionar el optimismo del artículo que abre el libro y expresar su preocupación en torno a la “cancelación positiva”, la forma en que un escritor puede limitarse por miedo a ser atacado por lo que algunos llaman la “dictadura de lo políticamente correcto”. En (meta)respuesta, Torné se encarga de señalar la compleja paradoja de nuestros tiempos: la esfera pública de la audiencia se ha visto potenciada gracias a la tecnología y, al mismo tiempo, tampoco se puede negar que pocas veces los artistas han tenido tanta libertad como ahora.
Si de algo puede carecer La cancelación y sus enemigos es de una mayor indagación política. En el esfuerzo por transformar la “cancelación” en crítica específicamente literaria, se disminuye el carácter político del debate. Torné señala las disconformidades de figuras conservadoras frente a la “cancel culture” e incluso se encarga de aclarar, acertadamente, que no se le puede confundir por “censura”, termino que, por su gravedad, en ningún momento debería ser tratado a la ligera. A lo que no atiende es a la maquinaria discursiva que pretende eliminar formas críticas al tildarlas de “extremas” o incluso “dictatoriales”. Términos como “cancelación”, al igual que “generación de cristal”, por ejemplo, buscan deslegitimar estas vías críticas para proteger el status quo. El autor no ignora este hecho y lo comenta en distintos puntos del libro. Su preocupación, sin embargo, parece otra: “la cancelación”, como señala el título del artículo inicial, es “crítica” (literaria o artística, podríamos agregar). Para lograr demostrar este punto, hace de lo político una cuestión literaria.
Sobra decir que esto no reduce la calidad del trabajo del ensayo, que subraya la importancia de una lectura crítica de la literatura y el arte. Para hacerlo, implementa una prosa clara y ágil, cuyos juegos metaficcionales ayudan a crear un discurso autoconsciente y reflexivo. La cancelación y sus enemigos es, en sí mismo, un argumento contra esa maquinaria discursiva conservadora y, por tanto, un texto que aporta de forma importante al debate.