La espera en Lisboa, o «Tus pasos en la escalera», de Antonio Muñoz Molina
La espera en Lisboa, o «Tus pasos en la escalera», de Antonio Muñoz Molina
Antonio Muñoz Molina, Tus pasos en la escalera
Barcelona, Seix Barral
320 páginas, 19,90 euros

“De todas las ciudades en las que he vivido esta es la que me parece mejor equipada para una espera” dice sobre Lisboa el narrador de Tus pasos en la escalera. Todos sus pensamientos, todos sus actos, su vida entera, en definitiva, gira en torno a la espera. La espera es el motor que lo impulsa a despertarse por las mañanas y que le da esperanzas cuando cae la noche y todo se vuelve oscuro. Espera unos días, espera unas semanas, espera tal vez unos meses. Espera. Espera. Y espera. Pero no espera solo. Junto a él permanece fiel su compañera canina, Luria, que se encarga de vincularlo con la realidad, aunque tal vez tres paseos diarios no basten para que una persona reconecte con el mundo exterior.
Innominado hasta el desenlace, poco se sabe de la verdad que se esconde tras las palabras y las meditaciones del protagonista, aunque progresivamente dejan entrever que se trata de un tipo meticuloso y algo controlador que confía ciegamente en que su espera habrá valido la pena. De sus escasas conversaciones con Alexis, el trabajador que le ayuda a realizar la mudanza y a montar desde cero su nueva residencia lisboeta, se deduce además que no maneja bien las nuevas tecnologías, a pesar de que su teléfono móvil sea otro de los pocos vínculos que lo enlazan con los demás. La lectura y los paseos por las orillas del Tajo serán sus únicos entretenimientos mientras apura los preparativos para que llegue su pareja, una científica que estudia el cerebro en busca de comprender mejor cómo funcionan el miedo y la memoria. Su vida juntos en otra ubicación promete ser una continuación de la anterior, sin sobresaltos y con veladas regadas con vino bien frío. Los mismos muebles, las mismas sábanas, los mismos adornos, los mismos libros. Pero el tiempo pasa y el avión no llega y una pequeña alarma termina por encenderse y hacer temblar los cimientos de un feliz pasado en común, de una vida con Cecilia. A Cecilia se la conoce única y exclusivamente a través del testimonio de su pareja: sabemos cómo es físicamente, en qué consiste su trabajo y la manera en la que acostumbra a comparar la vida diaria con sus investigaciones en el laboratorio. Pero no la vemos. ¿Llegará al final de la espera? ¿Habrá merecido la pena esperar?
Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) ofrece a los lectores en su última novela las reflexiones de un hombre que aguarda la llegada de su amada, que todavía permanece en su anterior ciudad de residencia: Nueva York. Dejando atrás los angustiosos recuerdos del 11 de septiembre, especialmente el rugido de los aviones surcando el cielo neoyorkino, la promesa de una vida mejor y más tranquila se presenta ante el narrador como un sueño cuyo cumplimiento se hace de rogar. La comparación entre ambas ciudades se erige como uno de los pasatiempos imprescindibles para un personaje que detalla con detenimiento las semejanzas y diferencias que se establecen entre la ciudad de las luces y los rascacielos y la de los tranvías y las calles empedradas: puentes, parques, ríos, panaderías… Las descripciones de los lugares recorridos por el protagonista, la cuidada narración en primera persona y los constantes saltos temporales y espaciales despertarán en el lector cierta confusión que, finalmente, quedará aclarada en un desenlace que, si bien tarda bastante en llegar, confirma que Muñoz Molina sigue siendo una de las mejores firmas de la literatura española contemporánea.