La historia que heredamos. “El legado”, de Asako Serizawa
La historia que heredamos. “El legado”, de Asako Serizawa
Asako Serizawa, El legado
Traducción de Juan Trejo
Barcelona, Tusquets Editores
320 páginas, 19,90 euros

La vida es vértigo: el pasado empuja hacia un futuro incierto, mientras, el presente se escapa constantemente. Pocas veces como ahora, en la tercera década del siglo, tenemos consciencia de las dimensiones reales de esta idea. No es solo una reflexión individual, sobre el “yo” que la enuncia. Es una forma de entender las relaciones familiares y, también, un cuestionamiento al vínculo que mantenemos con la historia. De esta manera, los personajes de El legado, la primera novela de Asako Serisawa, representan una interrogante, una interpelación para quienes leemos. Ninguna familia es solo víctima, ningún pueblo puede ser leído como inocente, no de forma absoluta. Los protagonistas de este libro son migrantes, soldados, doctores, abandonados y rescatados. Se despliega un árbol familiar que inicia a finales del siglo XIX y proyecta hacia un futuro imaginado en la década del 2030.
Este tipo de narraciones absolutas, que buscan abarcar la totalidad de una saga familiar, forman una tradición en sí misma. Si miramos en la literatura estadounidense, país en el que publica la autora (aunque es de origen japones y ha vivido en distintas partes del mundo), podemos recordar a William Faulkner, que, en The Sound and the Fury (1929), ya exploraba cómo la historia intrafamiliar determina la vida de los herederos. En el mundo hispano, quizá el ejemplo más prominente sea Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez. Lejos está de ser el único, en España (y en otros países), los vínculos del pasado y el presente, la forma en que cargamos con la historia de nuestros ancestros, se ha vuelto un tema recurrente en la literatura. Es natural, pues pocas veces como ahora hemos adquirido consciencia de la manera en que el pasado no es una síntesis beneficiosa, sino que es una acumulación de hechos y discursos, cuyas contradicciones desembocan en un mundo problemático, marcado por la discriminación y la marginación.
De esta manera, la familia protagonista de El legado incluye a un hombre que sufrió las leyes racistas que existieron en Estados Unidos durante el siglo veinte y que se crearon explícitamente para discriminar a los emigrantes asiáticos y, de forma concreta, a los japoneses. También, se narra al hijo de una prostituta coreana asesinada en el Japón tras la Segunda Guerra Mundial. En el mismo árbol genealógico hay un soldado nacionalista que está dispuesto a dar su vida por el emperador y un doctor que carga la culpa de las atrocidades que cometió durante la guerra. Se recuerdan, así, las aporías de Japón, con su pasado fascista y su situación precaria tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Las condiciones después de la rendición, marcadas por la presencia de Estados Unidos en el país y sus abusos, contrastan con la manera en que los japoneses ocuparon Corea de manera opresiva.
Para recoger una historia tan compleja, Serizawa escoge una narración hecha de fragmentos. Distintas estrategias aparecen en el libro: hay entrevistas policiacas, que subrayan la importancia del archivo en la historia; otros capítulos representan el fluir de la consciencia, pero se centran en una memoria perdida, que se desvanece; y, por supuesto, no faltan secciones más tradicionales, con un narrador omnisciente que se limita a describir las acciones de los personajes. Como toda historia familiar, El legado es una colección de fragmentos, una memoria quebrada, cuyas conexiones son difusas y que no siempre acaban por responder a las interrogantes que formulan.
La propuesta estética del libro es precisa para el tema que explora. La linealidad del tiempo se pierde, la memoria es inestable, inabarcable. La historia resulta incompleta, abrumadora. Lejos de ser una narración sobre grandes personajes, este texto presenta una colección de individuos normales, que perfectamente podrían encontrarse en España o cualquier parte del mundo. El problema, y quizá este es el centro de la novela, es que no hay historia familiar o individual que no esté, de alguna manera, marcada por la guerra, el imperialismo y la migración. En ese sentido, a través del libro, Serizawa interpela al lector. ¿Cuál es nuestro legado? ¿Cómo dialogamos con el pasado? Este es un caso en el que leer una novela lejana en términos culturales (una autora japonesa que publica en América, en inglés), resulta profundamente relevante por su cercanía.
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