Otro recuerdo de nuestra propia vida. «La vida a ratos», de Juan José Millás
Otro recuerdo de nuestra propia vida. «La vida a ratos», de Juan José Millás
Juan José Millás, La vida a ratos
Madrid, Alfaguara
480 páginas, 19,89 euros

Los diarios han sido, durante mucho tiempo, el refugio del que muchas personas disponían para alejarse de la realidad. Ante la decadencia que, sin duda, nos genera la rutina, es muchas veces necesaria esa toma de distancia de la realidad más próxima para analizar nuestro presente de una forma objetiva. A lo largo de decenios se ha podido ir transmitiendo esa idea de cuaderno que recoge vivencias personales y hace hincapié en aquellas cosas que nos preocupan más. Quizás, en los últimos años, sea algo que se esté perdiendo sobre todo en las generaciones más jóvenes, que se sirven de la conectividad constante que les otorgan las nuevas tecnologías para plasmar ese día a día que los conforma. Juan José Millás (Valencia, 1946) parece no querer olvidar el hecho de recoger en unas páginas las ocurrencias o vivencias más extraordinarias de la vida cotidiana. Así, en este libro se recogen 194 semanas de anécdotas y reflexiones que logran despertar en sus lectores las ansias de conocer más de aquel mundo escondido, pero quizás para nada desconocido. Es muy probable que esta sensación se logre gracias al tono de completa confianza que emplea el autor, centrándose en el lector de manera que todo aquello que transmita quede completamente claro. Demuestra mediante sus páginas que toda cotidianidad está rodeada de esas neuras, miedos, sueños y pensamientos que todos tenemos, que a todos nos cuesta desvelar, pero que conforman esa red de seguridad que permite nuestra supervivencia a la rutina.
La vida a ratos supone, ya desde el principio, una remisión a lo fragmentado de nuestro tiempo, un profundo homenaje a esos cambios de escenario entre felicidad y tristeza que van a poblar de arriba a abajo las semanas de esta novela en forma de diario (o diario en forma de novela). Es una historia que no podrá pasar inadvertida para ningún lector, pues muestra a un ser humano tan libre, neurótico, irónico e hipocondriaco como solo nos mostramos cuando nadie nos ve. Las visitas a la psicoanalista, el taller de escritura, los paseos por una ciudad que no deja de colocarle ante situaciones sorprendentes, la familia, los amigos, la novela que no logra concluir… todo, a primera vista, parece normal hasta que, al volver una esquina de esas calles de realidad que se crean, aparece lo extraordinario, lo surrealista.
La obra se va a encargar de adentrarnos con una naturalidad deslumbrante, desde lo cotidiano, por los túneles soterrados de nuestra propia realidad. La sensación de que es la figura de Millás como autor, y no como narrador, la que cuenta a través de las líneas de esta historia sus propios pensamientos y vivencias es tan real que uno termina el libro dudando sobre esa leve distancia que separa la ficción de la realidad. Casi todo lo narrado nos suena, lo hemos vivido, e incluso lo recordamos a medida que conocemos más de esta novela, porque es ese disfraz con que el autor viste a la rutina el gran logro de esta obra. Porque, aquello que parece anodino, carente de interés, de repente se vuelve un hecho insólito que nos deslumbra para adentrarnos con rapidez en una semana más, un pensamiento, otro recuerdo de nuestra propia vida. Se descubre a través de las páginas un relato que aparentemente no ha sido creado para ser conocido más que por quien lo escribe. Nunca está de más descubrir en la literatura esa capacidad de impredecibilidad que la caracteriza, esa fuerza que se encarga de removerlo todo, de despojarlo de sentido, de reubicar las piezas para que nosotros podamos volver a entender si todo debe seguir como está, o si se trata de un completo despropósito.
La vida es capaz de sorprender más de lo que podamos pensar, y Millás llega y se encarga, con esa ironía inaparente de un diario, de revelarnos a nosotros mismos cuánto hay en realidad de descontrol en nuestra supuesta controlada vida. El surrealismo es en parte el choque, la sorpresa que supone la vuelta al aprendizaje cuando pensamos que tenemos ya todo aprendido.