Las ridículas historias humanas de Landero. “Una historia ridícula”, de Luis Landero

por Abr 26, 2022

Las ridículas historias humanas de Landero. “Una historia ridícula”, de Luis Landero

por

Luis Landero, Una historia ridícula 

Barcelona, Tusquets

284 páginas, 19 euros

Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) es uno de esos casos ejemplares de autores que saben mantener, a lo largo de los años, un proyecto literario coherente, reconocible y original, sin convertirlo en una mera fórmula, sino ahondando en él y perfeccionándolo obra a obra. En ello se ven las trazas de autor clásico que Landero está en camino de convertirse. En Una historia ridícula, el lector familiarizado con la obra de Landero evocará otros personajes suyos marcados, como Marcial, el protagonista, por la desazón que les causa su desajuste con el medio (y entiéndase por el medio las expectativas sociales, los límites de su talento o las posibilidades materiales que les ofrece la realidad). Se reconocerá también su característica mirada comprensiva, benevolente y casi nunca sarcástica, ante la mediocridad, los pequeños vicios, la arrogancia o, como consta en el título de esta novela, la ridiculez. Y le resultará familiar, sobre todo, uno de los estilos más sólidos de la narrativa española actual, con un inmenso dominio sobre la lengua que permite a Landero atenuar los efectos cómicos, controlar el ritmo de la narración, evitar que las pausas (digresiones, descripciones…) se hagan indigestas o resulten pedantes. En este último aspecto, Una historia ridícula marca una cumbre en la obra de Landero, que se erige en maestro de la lengua.

Una historia ridícula es la de Marcial; más concretamente, la de su enamoramiento de Pepita, ya a una edad madura. Nos la cuenta el propio protagonista. Para entender por qué es ridícula debemos escuchar las muchas digresiones que, sobre todo al inicio de la novela, interrumpen su relato. Comprobamos que Marcial es un individuo extravagante que trata de sobreponerse a su disgusto por no haber podido recibir una educación superior y por no frecuentar clases cultas. Para compensar su resentimiento, cultiva una actitud de soberbia intelectual y, a menudo, con mala intención y practica el autodidactismo y el diletantismo. Es trabajador en la industria cárnica (en la que comenzó como matarife), censura con soberbia la superficialidad de quienes lo rodean, solo entiende las relaciones humanas en términos de competencia, es incapaz de fraguar relaciones amorosas y amistosas en términos de igualdad, racionaliza hasta lo más nimio y se dedica a denunciar con afán inquisidor nimios vicios ajenos. También cree tener poderes sobrenaturales y vive acomplejado y resentido, lo que lo hace desconfiar constantemente del resto de congéneres. Estamos pues ante un personaje típicamente landeriano: incapaz de aceptarse a sí mismo, idealista, desmesurado y fabulador.

Tan focalizada está la narración en el personaje de Marcial que este no elude ninguna oportunidad para formular sus opiniones sobre la vida, a menudo paradójicas, casi siempre dogmáticas y antipáticas, pero nunca desprovistas de un punto de razón, al menos en lo que concierne a su propia experiencia. En la más explícita tradición picaresca, expone su caso ante un narratario y, de paso, pone a sus lectores ante la obligación de comprender antes que juzgar. Al conocer a Pepita, una mujer que social e intelectualmente le queda muy por encima, comienza para Marcial una continua duda entre el fingimiento y la aceptación. El relato se acerca poco a poco al lance ridículo, que finalmente llega ―quizá con un exceso de precipitación― en las últimas páginas.

Quizá por la simplicidad de su argumento pueda pensarse que Una historia ridícula, aun siendo una novela lograda, no está entre lo mejor de la obra narrativa de Landero, en la que son ya bastantes los títulos: Juegos de la edad tardía, El mágico aprendiz, Lluvia fina… No es así. Una historia ridícula es una novela admirable, una de las más cuidadas escrituras literarias que cabe encontrar, una prosa en la que las frases fluyen con naturalidad y elegancia, todo está medido y es armónico y se aproxima al núcleo de la condición humana. La capacidad para iluminar el ridículo de su personaje nos pone ante un espejo, porque, aunque llevada al extremo, la mediocridad de Marcial anida en todos nosotros, como también la redención por la belleza, los afectos y la felicidad, que nunca están ausentes en la obra de Landero (véanse las bellísimas páginas en las que Marcial evoca la felicidad conyugal de sus padres).  

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