Otro juego fallido, “El día del Ajuste”, de Chuck Palahniuk
Otro juego fallido, “El día del Ajuste”, de Chuck Palahniuk
Chuck Palahniuk, Adjustment Day
Traducción de Javier Calvo Perales
Literatura Random House
400 páginas, 21,90 euros

Seamos claros desde el principio: El día del Ajuste no es un buen libro. Ese apasionante y provocativo debut del escritor estadounidense a finales del siglo XX –que logró canalizar el espíritu de consumismo exhaustivo de la que ahora llamamos Generación X– parece que era lo que ya muchos se temían que podía ser: algo parecido a la suerte del principiante. Dos décadas después y unas 14 novelas más tarde, una nueva generación ha alcanzado la mayoría de edad, pero ya no va a encontrar en la novela de Palahniuk (Pasco, Washington, Estados Unidos, 1962) la inspiración que pudo llegar a ser El club de la lucha (1996).
Estados Unidos está sufriendo un «aumento de la juventud», un superávit que corre el riesgo de causar un conflicto civil que acabe con la sociedad tal y como se conoce. Hay un senador corrupto que busca reducir la población de jóvenes millennials subempleados enviándolos a un conflicto en un país anónimo del Medio Oriente donde, de mutuo acuerdo, ellos y sus enemigos serán todos vaporizados por una bomba atómica. Pero en unas 100 páginas hay un giro en la trama. Estos millennials son los primeros en tomar represalias, vengarse de la Generación X y de los baby boomers en una revolución, el «Día del Ajuste» del título. En su Estados Unidos post-apocalíptico, con su “Declaración de Interdependencia”, la violencia es la única moneda verdadera y los miembros de la sociedad tienen que matar para ser considerados ciudadanos plenamente remunerados. Los remanentes (que excluyen a los políticos, periodistas y otros miembros de las «élites metropolitanas») viven en tres estados separados: Caucasia, una recreación falsa de un refugio blanco tradicional; Blacktopia, donde los habitantes predominantemente afroamericanos tienen acceso a tecnología futurista y Gaysia, un campo de entrenamiento donde los homosexuales son «convertidos» por la fuerza.
De repente, nos vemos atrapados en una sátira interminable sobre la raza y la identidad sexual. No se puede culpar de la ambición de Palahniuk al querer crear una gran distopía para su nación, pero dedica demasiado tiempo y esfuerzo a los detalles de cómo estas subdivisiones surgen y cómo funcionan, todo representado de manera confusa por múltiples hilos narrativos. Quizás este sea el punto, pero no resulta ni profundo ni entretenido. Y luego, con esta sombría distopía establecida, el libro se apaga y termina con un gemido débil.
Sin embargo, como tantos otros escritores, el éxito y la fama han mitigado su ira. Si bien sus descripciones del Proyecto Mayhem en El club de la lucha sugirieron una verdadera rabia nihilista, aquí hay poco más que tácticas de choque cansadas. Y sí, obviamente, Palahniuk está jugando un juego, el mismo juego al que ha estado jugando desde su primera novela, un juego en el que ha apostado más o menos toda su carrera. Solo quiere ver hasta dónde puede empujarte antes de que te ofendas, tires el libro y te alejes de él para siempre. Hay tal cantidad de sexo y violencia, y presentado de una manera tan distante, que el efecto es más adormecedor que perturbador, y a uno le entra casi más la risa que la repulsión o el asco que parece que él busca.
Hacia el final, un personaje dice: «Un buen libro debería colocarte». Qué ironía que la ficción que lo recoge tenga precisamente el efecto contrario.