Sam Raimi en un nuevo universo. “Doctor Strange in the Multiverse of Madness”
Sam Raimi en un nuevo universo. “Doctor Strange in the Multiverse of Madness”
Doctor Strange in the Multiverse of Madness
Director: Sam Raimi
Elenco: Benedict Cumberbatch, Xochilt Gomez, Elizabeth Olsen, Rache McAdams
Duración: 126 minutos

Sam Raimi, el elegido para dirigir la última entrega de Marvel, Doctor Strange in the Multiverse of Madness, ya tiene experiencia en el cine de superhéroes. Se podría defender que es uno de sus precursores. En 2002 dirigió la primera incursión cinematográfica de Spiderman. Fue el inicio de una trilogía que definiría el lenguaje visual del género. El hecho resulta significativo. El contexto en el que apareció aquella cinta era diferente al actual: este tipo de filmes eran novedad y cualquier película podía verse como un experimento. Cabe preguntar si el director mantiene el estatus en una década en la que los personajes de los comics se han normalizado en el cine. Por otro lado, Raimi se caracteriza por un estilo. Si bien no hace cine de autor, no se puede negar que su personalidad define sus obras y esto parece colisionar con Disney, que busca igualar sus producciones a través de un discurso fílmico que, a pesar de los elementos irreales que suponen los superhéroes, quiere mostrarse realista y sobrio. Nada más alejado del creador de la saga de Evil Dead (1981, 1982, 1992).
La historia de Doctor Strange juega a favor del cineasta. El tema mágico conjuga con los elementos raros e hiperbólicos característicos de Raimi. Los tropos de horror que se encuentran en los comics del personaje, y que estuvieron ausentes en la primera entrega dedicada al hechicero (2016), son realzados en esta. Asimismo, hay que considerar la anécdota: una viajera interdimensional, única en los muchos universos que vemos en el filme, aterriza en “nuestro” mundo. Está siendo perseguida por una entidad extraña y necesita la ayuda del protagonista interpretado por Benedict Cumberbatch. La aventura los lleva a través de lugares y universos extraños. Esta trama fuerza el tono realista que ha caracterizado a Marvel hasta quebrarlo. Sin duda, un director que se ubica cómodamente entre la homogeneización propia de Hollywood y la exageración gore parece ideal para este desafío. El resultado no decepcionará, por lo menos, a los fans de Raimi. Se pueden apreciar escenas profundamente marcadas por su estilo: una mirada a la cámara que rompe la cuarta pared, una violencia irónica que pocas veces se aprecia en producciones de Marvel (y que probablemente no volveremos a ver).
El filme no es tan grandilocuente como otras entregas de esta saga y, a pesar de lo sensacionalista de la promoción, que prometía un quiebre definitivo en las historias del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), es una historia bastante autocontenida, con pocos efectos a posteriori (al menos a primera vista). Sin embargo, como producto cultural, resulta curioso. Resalta el carácter interconectado del filme. Ya ocurría en entregas anteriores, se dificulta la comprensión de la trama para alguien que no haya visto los filmes que la precedieron. En Doctor Strange in the Multiverse of Madness, esta cualidad se ha exacerbado. No solo es necesario conocer películas y series previas del UCM para poder apreciar algunos giros argumentales. Ahora se agregan cameos que solo tienen sentido para quienes hayan visto películas que, aunque basadas en los mismos comics, no están conectadas con la saga iniciada por Iron Man en 2008. Ya se anunció en el trailer: la aparición de Patrick Steward como el Profesor Xavier que vimos en las películas dedicadas a los X-Men de las décadas anteriores. Ver el cine de Marvel cada vez se parece más a ver una serie o, incluso, a leer comics: el texto se define en referencias intertextuales que solo tienen sentido para quienes conozcan a profundidad el entramado transtextual del que provienen. En resumen, hay que formular una pregunta a la que yo, por lo menos, no sabría responder: ¿alguien que no posea estos conocimientos previos podría disfrutar de la película? Más allá de la respuesta, es evidente que algo se perdería en el camino.
Debemos plantear otra pregunta de mayor relevancia: ¿cómo afecta esto la calidad del filme? El de superhéroes no deja de ser cine de acción y, como este, a pesar de las excepciones, pocas veces produce obras que sobresalgan por su densidad simbólica o su profundidad intelectual. Por el contrario, su cualidad pop suele implicar historias tópicas, maniqueístas, predecibles e incluso mediocres. Sus virtudes suelen ser otras, superfluas: efectos visuales nunca vistos, por ejemplo. Esto se repite en Doctor Strange and the Multiverse of Madness. Visualmente es atractiva, y el estilo de Sam Raimi da un extra al filme que no encontramos en otras producciones de Marvel. Sin embargo, en el fondo, sigue siendo lo mismo que hemos visto durante los últimos quince años: un producto hollywoodense bien acabado, acorde a las expectativas de la industria y complaciente con el público. El fan lo disfrutará, sin dudas. Para los demás, será un producto entretenido. Pero agrega poco a la discusión que inició hace años con los controvertidos comentarios de Martin Scorcesse: estas películas, en el fondo, funcionan como parques de atracciones, distan mucho de ser cinema.
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