“A Rainy Day In New York”. Una historia de (des)amor

por Nov 29, 2019

“A Rainy Day In New York”. Una historia de (des)amor

por

A Rainy Day In New York

Guion y Dirección: Woody Allen

Reparto: Timothée Chalamet, Selena Gomez, Elle Fanning, Jude Law, Live Schreiber

¿Por qué seguimos viendo comedias románticas? Es, sin duda, un género exitoso. Pero no deja de resultar intrigante. Empecemos por lo más obvio: contar una historia de amor es difícil. Son tantos los tópicos, tantos los lugares comunes en los cuales se puede caer, que es una labor compleja encontrar una película sobre relaciones románticas que realmente tenga algo nuevo que decir. Más difícil es hallar una que no sea demasiado cursi y que no se sienta superficial o sencillamente vacía. A esto debemos sumar cómo los devenires del cine, sobre todo del producido en Hollywood, han transformado este género en uno de los mayores perpetuadores e, incluso, promotores de ideas nocivas en torno a las relaciones de pareja. Esta es una de las cosas que hace brillar a Woody Allen: películas como Annie Hall (1978) o Manhattan (1979) dan una mirada diferente al tema del amor. Desechan cualquier forma de cursilería para, a través de un humor inteligente, mostrar lo absurdo de las relaciones humanas en un mundo cínico como el nuestro. Sus protagonistas, a veces adorables y otras odiosos, se comportan como lo que son, personas imperfectas. Aun así, en ningún momento el discurso narrativo se hace condescendiente, la ironía otorga, en todo momento, una distancia crítica. A Rainy Day In New York se suma a esta lista de la filmografía alleniana sobre el amor, aunque debemos preguntar si llega al nivel de sus antecesoras.

Quizá, antes que de comedias románticas, deberíamos hablar de películas de Woody Allen, que son, no es ningún secreto, un género en sí mismo. Los elementos que conforman las historias del neoyorquino son harto conocidos por sus seguidores —e incluso por quienes no lo siguen—: un individuo torturado por su propia genialidad; una chica cuya inteligencia compite, a veces hasta puntos inverosímiles, con su ingenuidad; un artista que sufre una eterna crisis existencial, insatisfecho con su arte; y una colección de personajes entre bohemios y pijos que definen el Nueva York imaginado por el director. Desde esta perspectiva, Allen es como un niño que, con los mismos juguetes, crea historias distintas: mismas figuras, diferentes ecuaciones. Los resultados son diversos.

Existen algunas garantías. El impecable, y un poco vintage, gusto musical del director es bien conocido. Asimismo, no es un secreto que sabe cómo contar historias y, especialmente, cómo redactar diálogos inteligentes, fluidos y, sobre todo, graciosos. En este último aspecto, los actores juegan un papel fundamental. Cabe resaltar, en A Rainy Day In New York, el trabajo de Timothée Chalamet y de Selena Gomez, sin duda los más carismáticos de la película, aunque Elle Fanning no se queda atrás. En resumen, los inicios de Allen en el teatro siguen reflejándose en sus películas, que no dependen de efectos especiales ni de producciones millonarias. En cambio, se sostienen sobre una fotografía cuidada y una constante emulación del mundo clásico del cine.

Al mismo tiempo, la repetición de ciertos tropos en los filmes del neoyorquino puede resultar agotadora. Además, en tanto que él mismo es ya una referencia al cine clásico, sus personajes no dejan de tener cierto aire anacrónico. Escuchan a los clásicos del jazz en vinilo, sus referencias culturales provienen, casi en su totalidad, de antes de los ochenta. Para decirlo en pocas palabras, antes que veinteañeros de la segunda década del siglo XXI, los protagonistas parecen sacados de los sesenta del XX. Esto es un encanto para los fans del cineasta y un repelente para sus detractores.

Un problema ineludible es cómo ciertos aspectos del humor de Allen han envejecido pobremente. Algunos chistes pueden chirrear al público contemporáneo. Esto se suma a la controversia que ha rodeado a su reciente obra, desde el resurgir de las acusaciones de su hija, Dylan Farrow, hasta los conflictos con Amazon.

El filme, a pesar de esto, funciona. Tiene diálogos inteligentes, una ironía típica del cine alleneano y un sentido del humor lúcido. Como las películas que hicieron famoso al americano, esta reflexiona, sin hacer concesiones, sobre el amor. Recuerda al espectador cómo la complejidad de las relaciones humanas puede reducirse al absurdo y que esto es tan trágico como cómico. De ahí proviene el tono agridulce que caracteriza al cine de Allen, de su capacidad para contar historias de (des)amor sin caer en tópicos ni cursilerías. Sin embargo, esta obra no está a la altura de los clásicos que citamos al iniciar. Incluso si la comparamos con las producciones de la última década, hay algunas que la sobrepasan —y otras que no—. Aun así, A Rainy Day In New York brilla en la cartelera de cine, sobre todo si la comparamos con otras comedias románticas de este año. Esa es su gran virtud, su capacidad de reírse de lo absurdo que es el amor sin perder de vista cómo nos afecta y nos define.

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