Moldes clásicos, obras nuevas: María Oruña y la novela policial

por Ago 19, 2019

Moldes clásicos, obras nuevas: María Oruña y la novela policial

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María Oruña (Vigo, 1976) se ha convertido en los últimos años en una de las autoras de novela policial más destacadas del panorama literario español. La serie de Los libros del Puerto escondido, tres por el momento —Puerto escondido (2015), Un lugar a donde ir (2017) y Donde fuimos invencibles (2018)—, todas ellas reseñadas en la revista Contrapunto (números 24, 40 y 49), publicadas por la editorial Destino, le han servido a la escritora para posicionar a sus protagonistas, Valentina Redondo y Oliver Gordon, junto a otros de los personajes más afamados de este género literario en España: Pepe Carvalho, Ricardo Méndez, Petra Delicado y Fermín Garzón, Samuel Esparta, Arturo Zarco, Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, Amaia Salazar…

Las novelas de Oruña han alcanzado notables cifras de venta poco tiempo después de su publicación. A este respecto, cabe preguntarse en qué reside su secreto para el éxito si se trata de una autora con una trayectoria literaria bastante corta, aunque muy prometedora. Parte de su no poco talento literario se encuentra en que en sus obras prevalece fundamentalmente el empleo de los elementos y los moldes clásicos de un género bastante aclamado por el público: el hallazgo de uno o varios cadáveres en extrañas circunstancias al inicio de la obra; la presencia de un investigador-protagonista cuya faceta profesional camina a la par que se van desgranando los detalles de su vida personal; la sucesión de los hechos en un espacio narrativo ideal (grandes ciudades en las que nadie se conoce, pequeños parajes rurales con orografías especialmente idóneas para esconder las pruebas de los delitos…); la implicación de uno o varios sospechosos que resultan no ser lo que parecen; un final caracterizado por un giro inesperado de los acontecimientos… Combinando esa serie de elementos el misterio está servido, y el éxito garantizado. Oruña ha sabido jugar esas cartas con destreza y ha combinado en sus novelas todas esas variables que convierten un texto bien escrito en un superventas en las librerías, pero vayamos paso a paso.

El hallazgo del cadáver. Un bebé aparece emparedado junto a una extraña figura maya en Puerto escondido; una joven ataviada con ropas medievales yace muerta sobre las ruinas de una antigua construcción en Un lugar a donde ir; y un jardinero fallece en un antiguo palacio sin que nadie se dé cuenta, pero alguien parece haber tocado su cadáver en Donde fuimos invencibles. Estos no son solo los comienzos de las obras de Oruña, sino que también son el reclamo perfecto para los lectores que se detengan a ojear sus contraportadas. ¿Qué clase de persona ha podido ocultar el cuerpecito de un niño entre dos paredes y dejarlo allí durante décadas? ¿A qué razón obedece que una muchacha joven y sana aparezca muerta, y extrañamente vestida, sobre los restos de una fortificación de hace más de diez siglos? ¿Por qué ha fallecido el jardinero de un viejo palacete veraniego sin testigo alguno y quién podría ser capaz de presenciarlo y guardar silencio? Estos descubrimientos son solo la introducción a unas historias en las que el primer muerto es solo eso, el primero, porque el rastro de muertes, mentiras y secretos se prolongará hasta casi su final. Testimonios de personajes que recuerdan a la perfección las circunstancias que rodearon los crímenes y retazos de antiguos diarios sirven para añadir nuevas perspectivas a los textos y crear más dudas e interrogantes para los lectores. 

El investigador-protagonista. Valentina Redondo es una mujer joven, fuerte, valiente e inteligente. Obsesionada con el orden, extremadamente responsable y siempre sacrificada por su trabajo como teniente de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial (UOPJ) de la Guardia Civil de Cantabria. De semblante firme, tiene un ojo de cada color y, como la mayoría de policías e investigadores literarios, se malalimenta a base de sándwiches y bocadillos, bien regados con abundantes tazas de café. Aunque parezca algo solitaria, no está sola a la hora de desempeñar su oficio ya que cuenta con la ayuda y el apoyo de su equipo: el sargento Riveiro, el subteniente Sabadelle, la forense Clara Múgica… Vive en Santander hasta que conoce al gentleman inglés Oliver Gordon, del que se enamora en el primer tomo de la saga y con el que compartirá vivencias, e investigación, en los restantes volúmenes. Visto esto, no puede decirse que no reúna unas características más que favorables para ganarse el afecto de los lectores de este género, habitualmente acostumbrados justo a eso: a investigadores solitarios, observadores, perspicaces y algo excéntricos que, en el fondo, inspiran cierta compasión, o ternura, en un público que se aficiona a seguir fielmente todas sus aventuras, y desventuras. 

El espacio narrativo. La costa cántabra es la otra gran protagonista de Los libros del Puerto escondido. Suances, Comillas y Santillana del Mar son algunos de los escenarios más habituales por los que pasean sus personajes. Villa Marina, la casona colonial que hereda Oliver en el primer libro; la Mota de TresPalacios, en Hinojedo, que aparece en el segundo; y la Quinta del Amo, un viejo palacete en el que ocurren fenómenos extraños en el tercer volumen son los tres enclaves en los que tienen lugar los macabros hallazgos y en los que Valentina investigará horas y horas junto a sus colaboradores. Oruña conoce muy bien la zona porque, aunque es gallega de nacimiento —donde reside actualmente—, solía veranear en Cantabria cuando era una niña, lo que ha contribuido notablemente a que no haya errores en las localizaciones y a que haya aportado mayor verosimilitud a sus relatos. Paisajes como los que ofrecen el acantilado de la playa de Santa Justa, en Ubiarco, o la playa de los Locos, y lugares tan concurridos como el Museo de Altamira o los edificios de la Fundación Comillas terminan de perfilar el entramado de personajes y sucesos ideado por Oruña. 

A pesar de que las tres novelas comparten esos elementos básicos y, en definitiva, su esencia, en cada uno de los casos que Valentina, con la ayuda de Oliver, deberá resolver se encuentran otros matices que hacen que se puedan asemejar, una vez más, a los títulos clásicos que se encuentran en podio del género negro y policial. Por ejemplo, resulta común en estas obras la existencia de esos personajes secundarios que, si bien no contribuyen a esclarecen la investigación, no hacen más que entorpecerla y dificultarla revoloteando como moscas molestas junto a los protagonistas. Asimismo, tienen lugar la clásica desaparición y alteración de pruebas en el lugar del delito y los finales en los que las flechas que apuntaban directamente hacia uno de los sospechosos giran vertiginosamente y señalan quién fue el verdadero promotor del crimen. Estas situaciones también son bastante comunes en la producción narrativa de Dolores Redondo y su Trilogía del BaztánEl guardián invisible (2013), Legado en los huesos (2013) y Ofrenda a la tormenta (2014)—, que, como ya se ha señalado en números anteriores de Contrapunto, guarda ciertos paralelismos con la de Oruña. Redondo adopta de igual forma el ya desbrozado triple vértice —la aparición de jóvenes asesinadas-la inspectora de policía Amaia Salazar-el valle del Baztán (Navarra)— y consigue mantener enganchados a un considerable número de lectores a lo largo de las más de mil quinientas páginas que pueblan su trilogía. Esta combinación hallazgo-protagonista-espacio ha funcionado a la perfección desde hace casi un siglo, como demuestra la estela marcada por la reina del crimen, Agatha Christie. Oruña, consciente o no, ha decidido tomarla como base para sus obras y ha logrado crear en cada una de ellas una enmarañada telaraña que el público deberá destejer poco a poco hasta llegar al desenlace en el que todo quede aclarado. Siguiendo las pautas de los noirs clásicos, las próximas novelas de la autora, al igual que las primeras, prometen horas de entretenimiento a unos lectores, que, si no hay cambio de planes, pasearán de la mano de Valentina por las calles de Suances resolviendo crímenes y misterios. Una receta de éxito.