God Help the (Girl) Musicals

por Jul 12, 2019

God Help the (Girl) Musicals

por

God Help the Girl

Director: Stuart Murdoch

Reparto: Emily Browning, Olly Alexander, Hannah Murray

Duración: 111 minutos

 

Cualquiera podría definir el género musical como el resultado de la mezcla de secciones dialogadas con otras en las que la música es también protagonista y que se corresponden con escenas en las que se canta y se baila. Tras surgir ligado a la tradición teatral y su evolución a lo largo de los siglos, el musical consigue renacer a partir de su unión con el cine hollywoodense en el siglo XX. Se crea, de esta forma, un nuevo género y se marca un antes y un después en la cinematografía al sustituir el cine mudo por el cine sonoro. Desde que en los años veinte y treinta se estrenaran los primeros musicales, se han presentado multitud de películas que se apoyan en la música y en el baile para desarrollar sus tramas. El musical se ha mantenido ligado, desde sus inicios y en la mayoría de los casos, al cine comercial, hecho que ha provocado que se describa, también hoy en día, como un género insustancial y que se encuentra alejado de otras problemáticas trascendentales. Sin ir más lejos, en las carteleras de este pasado verano encontramos un claro ejemplo del prototípico cine musical actual y comercial: «Mamma Mia! Una y otra vez» (2018).

No obstante, y como ocurre, a su vez, en los demás géneros cinematográficos, se han producido durante estas décadas varios musicales independientes que han tratado de alejarse de los prejuicios asociados a las películas en las que, al menos, parte de su trama es cantada o bailada. Entre estas producciones que se han realizado al margen de circuitos comerciales en los últimos años se encuentra la británica «God Help the Girl» (2014), escrita y dirigida por Stuart Murdoch, en la que tres jóvenes disfrutan de un verano en Glasgow y deciden formar su propia banda. Para comprender esta película en su contexto, es importante tener en cuenta que Murdoch forma parte de Belle and Sebastian, una banda de indie pop escocés que nació en esa misma ciudad, Glasgow, en 1996. En el año 2009, este vocalista, guitarrista y teclista escocés creó God Help the Girl, un proyecto musical en el que varias mujeres interpretaban distintas canciones indie pop. Cinco años después, se estrenó la película homónima que, a partir de las canciones de este EP, construye una historia sobre la insatisfacción adolescente y la marginación en general.

Estrenada en el Sundance Film Festival de 2014, «God Help the Girl» presenta a Eve (Emily Browning), una joven que padece anorexia nerviosa y que escapa de un hospital psiquiátrico para seguir su verdadera vocación: componer y cantar en su propia banda, en la ciudad. Allí conoce a James (Olly Alexander), un socorrista que también tiene ambiciones musicales y que enseña guitarra a una joven estudiante llamada Cassie (Hannah Murray). Los tres forman su propia banda y ofrecen pequeñas actuaciones a lo largo de un verano. Para ello, debaten distintos aspectos sobre la música comercial y el pop, hablan sobre la identidad del grupo, los instrumentos que necesitan, el nombre de la agrupación, etc. No obstante, sus aspiraciones son diferentes y, tras los días estivales, Eve decide marcharse a Londres a continuar con su formación musical. La banda de God Help the Girl termina siendo solo un volátil amor de verano.

Una película naíf, sencilla, lánguida, visualmente dinámica, con toques de melancolía y que aborda varios conflictos, como la anorexia, la soledad, la falta de identidad, la drogadicción, la depresión, la medicina alternativa, etc. Todo esto es «God Help the Girl», una película con grandes pretensiones y, por tanto, con grandes errores. Quiere convertirse en un reflejo de la apatía adolescente o postadolescente sin ser más que eso, un reflejo superficial. Muchos de estos conflictos se tratan muy por encima y se mandan al espectador ideas contradictorias. Por ejemplo, se ofrece una imagen demasiado frívola, irreal y confusa de la anorexia y del consumo de drogas. Estos elementos forman parte del decorado, pero no del mensaje. Esa es una de sus grandes dificultades, su falta de coherencia y compromiso con muchos de los temas que se abordan. Los personajes tienen problemas, sí, pero estos no afectan en nada al desarrollo de la trama ni a su evolución personal porque el mensaje de la película viaja en paralelo a todos esos aspectos. Dar relevancia a estos problemas y contextualizarlos con más cuidado, sin necesidad tampoco de recargar la trama con discursos moralistas, hubiese hecho de este musical una propuesta más completa. Sin embargo, pese a estos puntos que se pierden en el conjunto de la obra, «God Help the Girl» nos presenta nuevas reflexiones que no se han tratado en el género musical comercial y es aquí donde realmente se debe destacar su valor y su autenticidad. De hecho, dos años más tarde se estrenó «Sing Street» (2016), una película con unas características diferentes y con una producción más comercial, pero que comparte una gran parte de su mensaje fundamental con la obra de Murdoch y que, además, se resuelve de forma mucho más clara para el espectador estándar.

Desde sus primeros minutos, se presenta a Eve escuchando programas de radio, utilizando cintas de cassette, cantando una canción y bailando en una escena que, visualmente, responde más a un videoclip de Belle and Sebastian (en el que se rompe continuamente la cuarta pared) que a un típico musical estadounidense. La protagonista escapa una noche para ir a ver un concierto nocturno en una sala cochambrosa de Glasgow. Allí se nos presenta, por primera vez, el único mensaje relevante que Murdoch plantea en la película hasta el final: la búsqueda de identidad personal de unos jóvenes, para hablar, en el fondo, sobre la búsqueda de identidad en la música comercial y, por qué no, en el cine musical.

En ese local nocturno, tocan varios grupos. El primero de ellos vuelve loco al público, que vitorea y grita al cantante prototípico de una banda rock adolescente. En el segundo, aparece, por primera vez, el personaje de James con una guitarra. El batería que le acompaña continúa haciendo el mismo ritmo que llevaba en la actuación anterior sin importarle el cambio que ha surgido en la voz principal. Se enfrentan, por primera vez, lo comercial y lo alternativo, lo subversivo. El público no entiende y, por tanto, no vitorea. El conflicto termina con la guitarra de James rota encima del escenario, todo un símbolo de la fuerza que posee lo comercial en todos los ámbitos artísticos. En el público, Eve observa esta situación y conoce a uno de los integrantes de su futura banda de verano. No obstante, días después termina enamorándose del primer cantante y marchándose, tras su ruptura, a Londres para continuar su camino en el pop. En ambos casos, deja de lado a James y a Cassie, que continúan sin otra ambición distinta a la de seguir escribiendo y creciendo poco a poco, por sus propios medios y haciendo lo que realmente les gusta, independientemente de la recepción de su obra.

«God Help the Girl» termina como comienza, buscando una seña de identidad que no encuentra, algo que ocurre en el mercado musical y cinematográfico actual. Si hay que definir qué son las películas musicales, parece que siempre se describe un argumento compartido: luchar por los sueños hasta conseguirlos y bailar hasta en los créditos finales sin que todo lo demás importe. En realidad, no hay nada malo en este cine de puro entretenimiento. Sin embargo, en «God Help the Girl» se presenta algo diferente y se agradece. Sin llegar a ser tan cruda y eficaz como «Hedwig and the Angry Inch» (1998) y otras historias similares en las que se habla sobre el fracaso, la falta de aceptación y lo subversivo, la película de toques retro y hipster de Murdoch continúa reflexionando sobre si merece la pena venderse a lo comercial o es preferible mantenerse al margen, aunque con su escena final parezca que la primera opción es la correcta en los tiempos que corren. Ojalá sigan surgiendo nuevas propuestas que intenten explotar el género musical en los próximos años y que busquen la reflexión más allá de la aceptación o el consumo, aunque esas mismas propuestas sean imperfectas. Solo así se podrá avanzar en un género que tiene muchas más posibilidades que las que se han explorado hasta ahora.