Hogar, maldito hogar. “Sherezade en el búnker”, de Marta Sanz
Hogar, maldito hogar. “Sherezade en el búnker”, de Marta Sanz
Barcelona, Anagrama
12 páginas. Gratuito. Descargable en https://www.anagrama-ed.es

“Situación invasiva”. Así describe Marta Sanz (Madrid, 1967) este proceso de encierro. Dice que, lejos de sentirse creativa, parece que todo lo que piensa y escribe gira en torno al confinamiento que nos ha tocado vivir, días raros y grises en esta era del maldito COVID 19. La autora, a la que esta crisis ha pillado de lleno en la presentación de su última novela pequeñas mujeres rojas (Anagrama), cuenta que precisamente en el enclaustramiento surge este relato —editado también por Anagrama y compartido en su web de manera gratuita—, nacido por y para el confinamiento e inspirado por un viejo encargo editorial que sugería escribir algo en torno a la figura de Sherezade, la famosa contadora de historias de origen persa hecha universal en Las mil y una noches. En la historia original, la astuta mujer se libra de la muerte cada amanecer contándole una fábula diferente al sultán que, comido por la curiosidad, le perdona la vida para poder conocer el final de la historia la noche siguiente. Y efectivamente, Sanz habla desde la voz y la mente de una narradora que se enfrenta a otra pandemia que lleva entre nosotros mucho más tiempo que el coronavirus: la violencia machista.
Definitivamente, la protagonista de este relato es una Sherezade de nuestros días encerrada con su marido Federico (una suerte del tirano sultán Shahriar) y su gato Rovira en un piso donde pensaba pasar afablemente el confinamiento ya que por suerte tienen más que de sobra de todo, incluso reservas suficientes de papel higiénico. Pero pronto Fede, este “hombre de metro noventa y ciento diez kilos”, no soporta el encierro obligatorio y decide que es su mujer la que tiene la culpa de todo y no duda en hacérselo pagar usando la violencia. Es entonces cuando nuestra protagonista tiene que pensar con rapidez y pone a funcionar su ávida imaginación para calmar a la fiera. Vaya, que no solo tiene que pasar el confinamiento encargándose de la casa, de su gato y con un agresor, sino que encima tiene que entretenerlo, cuidarlo y cuidar de que no le haga daño.
A través de un divertido e irónico monólogo interior (la técnica del stream of consciousness que, entre otros muchos, Virginia Woolf utilizó de manera magistral en algunas de sus obras como La Señora Dalloway o Al faro) la protagonista critica la educación machista recibida desde la niñez, la diferencia en el significado de la libertad entre hombres y mujeres, las consecuencias de esta especie de síndrome de Estocolmo que sufre al proteger y justificar el comportamiento horrible del hombre con el que vive y el hogar no como refugio sino como cárcel, entre otras cosas. Las fábulas inacabadas que le cuenta a Fede para evitar los golpes hasta calmarlo y dejarlo sentadito en el sofá son de lo más dispar e hilarante, dando a entender que este “ejercicio de ventriloquía” es la forma que tiene de mantenerse cuerda y de cuidar de su salud mental.
Sherezade en el búnker es un recordatorio de que las violencias se amplifican en estos días y en estos espacios limitados que habitamos. El número de llamadas denunciando violencia machista ha aumentado un 18% —del 14 al 19 de marzo respecto a los mismos días del pasado febrero— y en lo que va de año, dieciocho mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en España. A dos de ellas las han matado durante el estado de alarma. Sin olvidar por supuesto a los menores, víctimas directas y desprotegidas en estas situaciones de abuso.
En definitiva, Sanz presenta con mucho humor en contexto de encierro, y desde un punto de vista irónico y feminista, un relato que recuerda que cuando todo esto pase, muchas cosas cambiarán pero fatídicamente muchas otras no. Un grito por las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad, las que van a compartir unos pocos metros cuadrados con su maltratador, mujeres con problemas de salud mental, mujeres viviendo en soledad, mujeres migrantes en situación irregular…
Aun así, siempre se intenta colar un resquicio de esperanza por las ventanas abiertas y la puerta cerrada. Como decía la anteriormente citada Virginia Woolf:
“No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.