La lengua en la cadena de montaje. «Palabras vacías», de Ignasi Aballí
La lengua en la cadena de montaje. «Palabras vacías», de Ignasi Aballí
Ignasi Aballí
Galería Elba Benítez (Madrid)
28 de febrero-mayo de 2020

Prólogo. Si en la nota sobre el último premio Anagrama, Daniel Gamper, indagábamos en la posibilidad de que toda crisis decante el lenguaje para mostrarnos «las mejores palabras», en esta reseña de la exposición de Ignasi Aballí se planteará, por el contrario, la nimiedad de los conceptos y el ruido de sus voces. Pero, ¿acaso ambos autores catalanes no otean el mismo paisaje epocal y presentan el haz y el envés de una intuición común?
Nudo en la garganta. Supongamos que nos bajamos en la parada de Callao y recorremos la Gran Vía desierta que Antonio López profetizara —como algunos visionarios han querido creer en estos días de delirio literal y metafórico— para tomar conciencia del significado de lo ausente. A continuación, tras dejar atrás esta inaudita España vaciada, encarrilamos Hortaleza hasta la Calle de San Lorenzo y entramos en la Galería Elba Benítez. En esta pinacoteca se halla la exposición sin gente de Ignasi Aballí: ni recepcionistas ni visitantes honrando su título: «Palabras vacías». Las paredes blancas, que para Carol Duncan favorecen el tono sagrado que han adquirido los museos en plena secularización de la Modernidad occidental, representan ahora, objetiva y desgraciadamente, un espejo del silencio y de la soledad.
Sala a sala, en serie continua, se disponen 27 planchas de metal en cuyo interior se verbalizan y visibilizan los mil nombres de la nada. Pero, como quien pone puertas en el campo, podría cribarse este horizonte de negatividad propuesto por Aballí en distintas secciones: la nómina esperable es aquella en que los términos dicen lo-que-es-sin-ser como concepto —«secret»; «inconceivable»— o como fenómeno —«transparent»; «invisible»—; en otras ocasiones, se alude a los actos de la destrucción —«removed», «censored»—; y, por último, emergen aquellos términos de los que hemos olvidado su origen positivo, a fuerza de emplear el lenguaje para lograr su propia negación —los prefijos «un-, in-, dis-» en «unknown», «inaccessible» o «discarded»—. Por este motivo, quizás se eche de menos, dado el título de la muestra, la interminable caterva de vocablos desgastados por las sociedades democráticas y sus nuevas tecnologías —«libertad», «progreso», «verdad», «tiempo» o «palabra»—.
Desde mi punto de vista, Aballí pertenece a la fecunda estirpe de creadores que han buscado la representación plástica del silencio-vacío, a la escuela española —Gargallo, Chillida, Oteiza— y, dentro de ella, más específicamente, a la catalana —desde Antoni Tàpies a Jaume Plensa—. Pero la técnica minimalista empleada indaga en un propósito estético neoconceptual que el autor ha practicado durante décadas y que se intensifica en su última fase creativa: la tácita violentación del lenguaje. Las planchas han sido troqueladas para recortar un término hueco: en ese aire, nuestra imaginación lee las palabras vacías y cree, como la víctima del espejismo, en su existencia. La exposición serial de las láminas supone una reminiscencia de algunas exhibiciones de Joseph Kosuth, máximo representante del Art & Language, pero, ¿acaso no evocan la invención taylorista? ¿No apuntan, como señalaba Gamper (2019), al modo en que el capitalismo avanzado, por infoxicación, ha favorecido un proceso de menoscabo verbal en el cual la lengua ha sido el último de los fenómenos en acabar en una cadena de montaje?
Epílogo. Evidentemente, en estos días de confinamiento, tal asistencia a la exposición nunca ha existido —aunque sobran los deseos de recorrer las angustiadas calles madrileñas de mi infancia para dirigirme, realmente, a una muestra y a un artista tan interesantes—. Esta reseña resulta, casi, una emulación del modus operandi de Rodolfo Wilcock, que llegó a fabular su recorrido por exposiciones reales o inexistentes. Los medios virtuales que la página web de la galería y del artista ponen a nuestra disposición permiten esta mirada esencial, esta visión sin visita, aunque no deseo que esta manera de transitar los museos se convierta en una costumbre. Mucho menos en una de las capitales del arte en todo el mundo, Madrid, «donde se cruzaban los caminos», como dice Sabina; ahora los silencios y los aplausos; y, muy pronto, las palabras plenas.
#QuédateEnCasa
#ÁnimoMadrid
Fotografías por Luis Asín. Cortesía del artista Ignasi Aballí y la Galería Elba Benítez.