La última copa
El sabor de los labios de Silvia, una mezcla de vino y tabaco, lo habían dejado con media erección en el pantalón y unas ganas locas de seguir. La despedida se había extendido: el primer beso devino en otro, siguieron las manos y los dedos. Si las cosas no escalaron fue porque, a pesar de la soledad que propiciaba el frío del invierno madrileño, algo de pudor sobrevivía incluso a esa hora de la madrugada.
Leer más