Tenemos que hablar. «Una noche en el paraíso», de Lucia Berlin
Tenemos que hablar. «Una noche en el paraíso», de Lucia Berlin
Una noche en el paraíso, Lucia Berlin
Barcelona, Alfaguara
320 páginas, 19,90 euros

Entre las tenues nubes de tabaco exhaladas a ritmo de jazz que componen la colección de cuentos Una noche en el paraíso resurge la magnética prosa de Lucia Berlin (1936-2004). Sin duda, aquellos lectores que se enamoraron de Manual para mujeres de la limpieza (2015) no hallarán decepción en los veintidós relatos que han llegado hasta nuestras manos gracias a Mark Berlin, hijo de la escritora, y a Eugenia Vázquez Nacario, traductora de la edición publicada por Alfaguara en 2018.
Berlin presenta un realismo cuya crudeza se atenúa mediante inteligentes elementos humorísticos y una prosa que, en ocasiones, roza lo poético. Por ejemplo, la desilusión de los vecinos ante el feliz desenlace de un acontecimiento que se creía tragedia contrasta con una astuta gata que descuelga el teléfono “para oír la voz que te avisa de que el teléfono está mal colgado”; y la soledad de una mujer que camina por las calles de París se palia con la compañía que encuentra en las grandes figuras de las letras francesas.
Los personajes de Berlin constituyen el reflejo de la sociedad que, durante la segunda mitad del siglo XX, trató de escapar del dolor provocado por su tediosa rutina. Por ello, en Una noche en el paraíso encontramos todas aquellas acciones reprobadas por las mismas personas que las cometían: adicciones a drogas, abandonos, infidelidades… Esto se debe a que la intención de la autora es desnudar al ser humano, mostrar su imperfecta naturaleza, razón por la cual es imprescindible romper con el temor a hablar de lo convencionalmente incorrecto, “como por ejemplo que los funerales a veces son divertidos o que es emocionante ver arder un edificio” (“Polvo al polvo”). Sin embargo, Berlin no se limita a criticar este hecho, sino que, a través de las voces de sus personajes femeninos, configura un eco constante que denuncia la necesidad de hablar, de dialogar. En algunas ocasiones, se manifiesta directamente: “¡Quiero palabras! ¡Necesito palabras! ¡Necesito cruzar una palabra contigo!” (“Un día brumoso”). Y, en otras, se oculta en la intención de la escritora de criticar la hipocresía de la sociedad: «Estábamos todos malos de preocupación, malos. No hablamos con ella, la verdad, pero les dijimos a Mattie Price y Lupe Vargas que no dejaran a sus chicos ir a jugar allí” (“Mi vida es un libro abierto”).
En una era de la comunicación en la que el silencio impera, como la que nos ha tocado vivir, la reflexión que brinda Berlin es primordial. En sus cuentos, la falta de atención hacia los demás desemboca en tragedia. Seguramente, “Guardas de nuestros hermanos” sea uno de los relatos que mejor ejemplifique esta característica y, dada la cercanía de su temática (la violencia machista) a nuestra actualidad social, también sea uno de los que mejor propicien esta reflexión. Así pues, resulta imprescindible que hablemos entre nosotros, que nos escuchemos; de manera que no alimentemos nuestro propio rencor ni nos enajenemos con sospechas infundadas.
Madres solteras que sacan adelante a familias numerosas mientras estudian y trabajan, mujeres divorciadas autosuficientes, jóvenes anhelantes de conocer nuevas realidades… Es indudable que Berlin no se rinde ante el tópico de la buena esposa que es criada de su marido y que ha de sentir vergüenza y culpa de sus impulsos y circunstancias naturales. La escritora retrata la fuerza e independencia femenina, su determinación e inteligencia. Hasta aquellas mujeres que en un primer momento parecen doblegadas por el hombre, acaban reivindicando su propia esencia, como, por ejemplo, ocurre en “Lead Street, Albuquerque”.
La lectura de Una noche en el paraíso ha sido placentera, porque la prosa de Berlin puede resultar cruda, enigmática e introspectiva; pero, a su vez, es honesta, clara e intensa. La naturalidad de sus personajes y la cotidianidad de sus acciones permiten que el lector desarrolle con facilidad un sentimiento de empatía hacia ellos. Además, la inclusión de elementos reales, como los espacios, las obras literarias o la música, desdibujan las fronteras entre la realidad y la ficción, propiciando la sensación de que aquello que les ocurre a los personajes puede ocurrirle también al lector. Para terminar, y parafraseando el título de una las canciones de John Coltrane: Lucia Berlin, “You Leave Me Breathless”.