“Vindictas, cuentistas latinoamericanas”. Una antología feminista
“Vindictas, cuentistas latinoamericanas”. Una antología feminista
Vindictas, cuentistas americanas, VV. AA.
Socorro Venegas y Juan Casamayor (eds.)
Madrid, Páginas de Espuma
280 páginas, 21 euros

“Morir era también nunca más sacar los recuerdos del pasado”, escribe María Brunet (Chile, 1897) en “Soledad de la sangre”, uno de los veintiún cuentos recopilados por Socorro Venegas (México, 1972) y Juan Casamayor (Madrid, 1968) en su nueva antología Vindictas, cuentistas latinoamericanas. ¡Y cuántas maneras hay de morir! Pero ¡qué pocas de olvidar! Porque, como explica Casamayor en el prólogo de la antología: “Para olvidar tiene que haber una voluntad de querer recordar. Y aquí [en nuestra sociedad] no se ha querido recordar”. No podemos pretender rescatar la memoria individual de las mujeres cuando esta yace en lo más profundo de su ser, como sería el caso de la protagonista de Brunet. Sin embargo, podemos salvar aquellos testimonios que se plasmaron en papel y reconstruir así la memoria colectiva de las mujeres, es decir, reivindicar la historia de la mitad de la humanidad que ha sido ignorada deliberadamente, no “olvidada”. Venegas y Casamayor decidieron abarcar esta labor a través de la literatura, atendiendo concretamente a las cuentistas latinoamericanas, quienes no solo son discriminadas de nuestro restrictivo canon literario por el hecho de ser mujeres, sino también por escribir cuentos, narrativa breve.
Este laborioso trabajo de recopilación (fruto de la cooperación de la Universidad Nacional Autónoma de México, la editorial madrileña Páginas de Espuma y una amplia “red de corresponsales formada por escritoras, académicas y especialistas”) presenta tanto a escritoras galardonadas, pero marginadas, como a escritoras sin ningún tipo de reconocimiento. La mayoría de ellas nacieron entre los años treinta y cincuenta del siglo pasado, razón por la cual esta sobresaliente antología no solo nos acerca al panorama de la cuentística latinoamericana de mediados del siglo XX escrita por mujeres, sino que, además, nos permite conocer cuáles eran las condiciones materiales, las preocupaciones, los miedos, las expectativas y las reivindicaciones de las mujeres de aquella sociedad; pues siempre debemos tener en cuenta que la ficción es la herramienta mediante la cual comunicamos la realidad, no un sinónimo de “lo irreal”.
Las ficciones que encontramos en Vindictas tienen como hilo conductor el cuerpo de las mujeres, como bien señalan los editores. Por ello, al abordar la lectura de este volumen nos encontramos ante cuerpos de mujeres que trabajan y sueñan, que sufren y anhelan, que sangran y huelen, que dan vida y la arrebatan. Este interés de las escritoras por el cuerpo de las mujeres tiene que ver con la percepción, consciente o inconsciente, de nuestros propios cuerpos como “la última frontera de soberanía que tenemos los individuos” (1) porque, al fin y al cabo, es nuestro enlace con el entorno, el cual no es para nada amable con las mujeres debido a la amenaza constante de la violencia machista. Esto, por un lado, permite comprender por qué el sistema patriarcal somete e invisibiliza los cuerpos de las mujeres, a quienes convence de sus ventajas a través de múltiples mecanismos, independientemente de su nivel de estudios: “y entonces de nada valieron las múltiples páginas de la Beauvoir y cuanto sabía de la liberación femenina”, escribe Magda Zavala (Costa Rica, 1951) en “De la que amó a un toro marino”. Y, por otro lado, conduce a pensar que la selección de cuentos que conforma Vindictas ha podido realizarse también con la intención de denunciar y enfrentarse a este hecho.
No obstante, estos cuentos dialogan entre sí acerca de muchos otros temas, por ejemplo: “Sur”, de Silvia Cordolani (Venezuela, 1953), y “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, de Rosario Ferré (Puerto Rico, 1938), presentan a tres protagonistas con una visión muy distinta de la prostitución, aunque el trasfondo evidencia que estas autoras eran conscientes de que se trata de un mecanismo de explotación asentado sobre la pobreza de las mujeres. “Nadie llama desde la selva”, de Mirta Yáñez (Cuba, 1947), y “Las chicas de la yogurtería”, de Pilar Dughi (Perú, 1956), hablan de los distintos tipos de soledad a través de las experiencias de una mujer anciana y otra joven. También podemos encontrar visiones muy diferentes del concepto “dar muerte” en el trágico relato de Mimí Díaz Lozano (Honduras, 1928), “Ella y la noche” y “Guayacán de marzo” de Bertalicia Peralta (Panamá, 1939). Etcétera.
En cuanto a contenido, el tono de Vindictas es amargo, lo cual resulta inevitable al transmitir las experiencias de las mujeres en la sociedad patriarcal. No obstante, la antología en sí misma es el resultado excelente de una labor de investigación basada en firme propósito de “cuestionar y desestabilizar la convicción de que ya hemos leído a los mejores cuentistas latinoamericanos”, como afirma Venegas en el prólogo de la obra. La consecución de este fin implica rescatar (incluso “exhumar”) la producción y la vida de las escritoras discriminadas, pero también ser consciente de las ideologías y procedimientos que han llevado a su exclusión y aprender a releer tanto sus discursos como “los relatos de los hombres con los que nuestra mirada y nuestra voz han sido alfabetizadas” (2). Solo así conseguiremos construir una genealogía que presente a las mujeres escritoras también como modelos de autoridad literaria que inspiren a otras mujeres, sean niñas o adultas.
(1) COBO, Rosa (2019). “Entrevistamos a Rosa Cobo: ‘Decir no a la prostitución es decir no al sistema de poder patriarcal, pero también al capitalismo’”, por Daniel Seixo. Nueva Revolución, 09/12/2019, disponible en: <https://nuevarevolucion.es/entrevistamos-a-rosa-cobo-decir-no-a-la-prostitucion-es-decir-no-al-sistema-de-poder-patriarcal-pero-tambien-al-capitalismo/>.
(2) SANZ, Marta (2018). Monstruas y centauras. Nuevos lenguajes del feminismo. Barcelona, Anagrama, p. 17.
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