La cosmogonía indígena impenetrable de lo ficcional. “Campo del cielo”, de Mariano Quirós
La cosmogonía indígena impenetrable de lo ficcional. “Campo del cielo”, de Mariano Quirós
Mariano Quirós, Campo del cielo
Barcelona, Tusquets
208 páginas, 18 euros

Estos relatos suceden en torno al pueblo polvoriento y canicular de Campo del Cielo, que da nombre a la obra y que tiene un correlato notable con el mundo extraficcional. En verdad, no se trata de un pueblo específico en el plano de lo real, pero sí de una zona ubicada en el norte de Argentina, en la región del Chaco Austral que debe su nombre a la denominación otorgada en el idioma aborigen a la lluvia de meteoritos que tuvo lugar hace aproximadamente 4000 años, según los expertos. No obstante, al autor no le interesa este punto de vista científico, sino más bien la mitología indígena fraguada en torno a estos meteoritos, su cosmogonía, además del impacto que este hecho presenta en la configuración sociocultural y conductual de la población de este territorio.
De regreso al plano ficcional, esta conformación meteorítica se manifiesta principalmente en la pieza narrativa de los personajes lugareños, atípicos y extravagantes, que se ponen en juego a lo largo de uno o varios relatos de forma recurrente. Es en este punto donde, de forma precisa, podemos adentrarnos de un modo verdadero en lo grotesco y auténtico que entrañan los relatos: un niño obsesionado con los meteoritos, conocedor de toda su historia y que siente una fuerte conexión y atracción hacia los mismos, por lo que se abraza desnudo a ellos; un boxeador que se deja recibir golpes para entrar en una especie de trance y conexión mística con un extraterrestre; un artista incomprendido que comienza a desplegar su labor de corte vanguardista y atrevido –si se tiene en cuenta el ambiente al que van destinadas sus creaciones– después de la caída en el cráter de un meteorito o, entre otros, una cantora de repertorio tradicional mediocre en proceso de empeoramiento cuyo padre está obcecado con el supuesto talento de la misma.
Asimismo, se produce una articulación de buena parte de los relatos mediante la intrusión de diferentes personajes forasteros a Campo del cielo, movidos hasta allí por diferentes razones: una actuación teatral a cargo de un actor para un festival del meteorito; un hombre que va a cuidar a su madre a la que hace mucho tiempo que no visita –y que, por cierto, no acaba encontrando–; un cantante de rock que se desplaza hasta allí para dar un concierto e inspirarse con los meteoritos para crear un disco; un escritor que va acompañado de su mujer que busca la inspiración para escribir un conjunto de crónicas que giren en torno a los meteoritos y la gente de la zona.
Además, cabe destacar que el último relato es ajeno al devenir narrativo de los anteriores y actúa como marco posibilitador para la existencia del resto de historias ya presentadas, pues en él se narra el descubrimiento de los meteoritos: un primer intento fallido por parte de un explorador que no consigue ser financiado y por otro que es atrapado por unos aborígenes y, más adelante, un intento satisfactorio por parte de un geólogo con especialización en astronomía que se desplaza hasta el pueblo y, con ayuda profesional de su equipo –y algunas dotes de seducción por parte de una de sus compañeras–, logra encontrar el meteorito más grande jamás hallado.
Con ello, lo que puede sacarse en claro es que todos estos personajes ajenos a lo autóctono que pretenden adentrarse en los dominios de Campo del cielo son rechazados por la atmosfera ardiente del clima, por las situaciones que allí se desarrollan y por la gente autóctona del lugar. Este hecho deja entrever las consecuencias y la culpa del hombre blanco por los infortunios realizados a esta población indígena en el pasado y todo ello se ve materializado y somatizadoen el hermetismo del espacio ficcional, que parece casi impenetrable.
Por último, es necesario aclarar que los relatos son escuetos, sin demasiado desarrollo, sobrios y con una caracterización de registro coloquial hacia los personajes del pueblo. En ellos, se aprecia una mezcla del sinsentido, de lo sobrenatural y lo mundano, y de una concreción muy peculiar hacia el localismo de la zona. Eso sí, está claro que esta ficción da buena cuenta de que en esta región de Argentina se fraguan unas costumbres y un estilo de vida muy peculiares que invitan a conocer en mayor profundidad esta cultura particular y toda la mitología que puede estar circulando entre su gente.
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